Te dejo,
mi pequeña verdad
rodeada de mentiras,
esta palidez ciega,
y mi sonrisa,
que se escondía
en la palma de tu mano,
mientras tu te dormías.
Te dejo,
este cuerpo vacío,
con abrazos profanos,
este silencio eterno,
que colgará de ti
como el fruto
de un árbol
desterrado.
Te dejo,
esta ilusión absurda,
de aferrarme a tu luz
con mis desgarros,
este corazón mío
que perdí,
en un jardín violado
que olvidamos.
Te dejo,
la fragancia del dolor,
que perdura en mi piel,
en mis costados,
y esta mirada quieta,
que me robó la voz,
y los pocos segundos
que encontramos.
Te dejo,
mi pequeña verdad
sin compasión,
estas pobres
y fracturadas manos,
te regalo por siempre
la razón,
y este final bordado…
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