Me levante mal, con resaca y peor que nunca. Me duché tratando de encontrar un poco de bienestar. La borrachera de la noche anterior seguía en mí. Se me partía la cabeza. Iba a ser una mañana dificil.
El baño me mejoró un poco, no demasiado.
Quise desayunar y no encontré ni un miserable trozo de pan ni que hablar de un té, nada que apaciguara el ruido de mi estomago.
Salí a la calle, la brisa fresca me ayudó a poner mis ideas en orden.
Al pasar por el bar del gallego el olor a café con leche me hizo apurar el paso, ya le debía al pobre tipo varios desayunos y no me animaba a seguir mangueando.
Bajé al subte. Llegó repleto de seres que como yo: dormidos y con las glorias del sábado y domingo en su cuerpo trataban de sobrevivir. Ni un pu – to asiento.
¿Y si detengo el tren, bajamos en Plaza Italia y nos vamos todos los pasajeros a pasear por Palermo? Tiro de la manija y listo…
No. Mejor sigo.
En la oficina, Carbone me va estar esperando con su cara de piedra, como cada lunes. Me va a mirar con ese gesto que conozco bien y que dice cuanto me desprecia, y va a decir:
-Señor Mazzone, póngase la camisa dentro del pantalón, ¿no tiene espejo en su casa?
Carbone siempre está elegante. Vive solo, no se le conocen amores ni amantes. La recepcionista rubia se calentó con él, le tiró indirectas varias veces y él nada, no registraba la entrada. Debe estar acostumbrado a vivir solo. Seguro que los lunes no se levanta mareado ni con resaca como yo. El tipo es un fraude de si mismo, el día que se de cuenta seguro que cambia.
Se me parte la cabeza… debe ser el vaivén del subte, menos mal que ya bajo.
Al entrar en el edificio la recepcionista rubia me recibió con un saludo frío, tenía los ojos rojos. En la oficina todo era desborde, corrillos por aquí, por allá y ninguno en sus cárceles privadas encadenados a sus computadoras.
-¿Qué pasa? ¿Hoy no se trabaja? – mi voz cruzó sobre las cabezas que rodeaban a Díaz, el gerente, este elevó la cabeza y me dijo:
- Silencio Mazzone, ¿usted no respeta ni la muerte de un compañero?
-¿Quién murió? –pregunté.
-Carbone, anoche se pegó un tiro.
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