NOCHE DE LUNA
Es una noche altamente calurosa. Las ventanas abiertas buscan una bendita corriente de aire que alivie la temperatura, nada surte efecto. Tal parece que nunca ha existido la brisa y que los vientos se han ido de vacaciones como tantos otros en esta época estival.
Escucho con atención los ruidos nocturnos, ocasionalmente un automóvil quiebra el silencio de la calle y hasta los perros del vecindario parecen estar dormidos o amodorrados por el calor.
No me gusta. Tendida sobre la cama medito y me cubro con la luz de la luna que entra lentamente por la ventana. No quiero hacer ni el más mínimo movimiento, no soporto esta sequedad ambiental. Añoro el mar y su brisa levantadora de vestidos, revolvedora de cabellos, embelesadoras de amantes... Recuerdo con nostalgia las caminatas en la arena, a la hora en que las gaviotas se posan en ella, mientras la luz de los faroles las iluminan.
Cierro los ojos, otros recuerdos posesionan mi mente. El pasado feliz se hace presente a ratos, luego ese otro, el más reciente me invade, me incomoda y me intranquiliza. Me pregunto qué tiene que ver el destino con mis pensamientos de esta noche e intento convencerme que todo es casualidad en la vida, que no hay un camino premarcado... sin embargo me asalta el temor que el destino se divierta con la gente y que aproveche cualquier ocasión para ponerme en jaque y desordenar lo organizado estúpidamente en mi vida.
La luna hace caminos por mi cuerpo desnudo, le da otra tonalidad a mi piel. La veo como acaricia mis pies y luego que sube lentamente por mis piernas para quedarse largo rato sobre mis rodillas. Mis muslos se preparan para recibirla, están duros, tensos, deseosos... como cuando saben que serán acariciados en un acto de amor...
Amor, por qué habrá aparecido semejante palabra en mis pensamientos. Estoy cierta que he pasado la vida enamorada del amor y sin embargo aún no encuentro a ése que me obligue a entregarme toda, sin guardarme nada. ¡Cómo lo deseo...!
La luz de la luna ha recorrido mis muslos y continúa en su andar, andar. Va cuesta arriba, supera mi pubis y se detiene en mi abdomen que casi tembloroso la recibe, mientras mi tórax la espera anhelante. Me pregunto de qué color pintará mis pechos y estos, mal entienden la pregunta y se disparan deseosos de manos sabias que los acaricien. El deseo me envuelve de pies a cabeza, cierro con mayor fuerza los ojos, intentando vanamente alejarlo y somnolienta me parece sentir que una mirada enigmática y profunda me recorre a la par que la Luna y me abandono a ella. La deseo de la misma manera y dejo que se engolosine con cada parte de mi cuerpo y me doy cuenta que estoy soñando, y que en ese estado unas manos cálidas me exploran. Unos labios fuertes me besan y una piel ardiente me enloquece. Me abandono a sus caricias…me quejo, me arrullo, enloquezco...Es una mezcla de todo y de nada, sólo sé que lo estoy amando como no lo hice nunca antes...ni lo haré después. Toda mi piel grita su nombre hasta parecer que se desgarra la garganta.
La luz de la luna ha sobrepasado mis labios, mi nariz y mis ojos…tal parece que se ha enredado en mi pelo o que quiere anidarse en mi cabeza, vuelvo a abrir los ojos sin querer abandonar el sueño; dejo caer la cabeza en la almohada y un largo suspiro se me arranca del alma, entonces con extrañeza siento que…unos labios ardientes hacen prisioneros a los míos, que semi-dormidos se rinden.
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