PRIMAVERA
Es la típica noche de primavera en la que parece que nunca va a llegar la hora de irse a dormir. Son ya las dos de la madrugada y decido salir a dar un paseo por la zona de las playas para palpar el ambiente que se vive en noches como éstas.
La gente pasea, bebe, ríe y baila en los pub. Por cada amor que se rompe surgen otros tres nuevos que lo reemplazan en la danza nocturna.
La temperatura es agradable, casi calurosa para lo que es habitual en esta época del año. En apenas cuarenta y cinco minutos más será primavera y con su llegada, la sangre se altera.
Visto una camiseta ajustada de color rojo, pantalones vaqueros y unos cómodos zapatos deportivos de color marrón. La avenida del mar está llena de gente y los locales nocturnos a rebosar de juventud. Mientras camino, noto que se confunden las melodías que de ellos salen. Tengo sed, así es que decido entrar en busca de una copa en un local que me parece más tranquilo, donde hay buena música y tenue es la luz de sus lámparas.
Me siento al fondo, en la barra, pido un whisky en las rocas y me dispongo a disfrutar del panorama: varias parejas bailan, otras se besan y se rompen a caricias en los rincones más oscuros del local. Busco en la barra con la mirada alguien con quien conversar, pero hasta el cantinero está ocupado. Levanto la mirada hacia la entrada y veo aparecer a una mujer que ronda en los cincuenta. Tiene ojos negros, profundos y bonito cuerpo que envuelve en un vestido de color azul, lleva medias negras y zapatos azules de tacón alto.
Su mirada me cautiva..., viene sola y se sienta cerca de mí al final de la barra. Bebe lo mismo que yo y decido – sí ella me lo permite- invitarla a otra copa. Charlamos, me presento y ella me dice que su nombre es Marcela.
Es extranjera, viene de muy lejos y está de paso por la ciudad. Ha llegado esta mañana y el dúo de Nat King Cole y su hija nos anima a bailar. Aunque yo soy más alto que ella, me gusta su estilo y su forma de bailar. Hace calor, el local está envuelto en una niebla provocada por el humo de los cigarrillos. Cada vez estamos más cerca; mi mano en su espalda colabora para sentir sus pechos contra mi cuerpo y eso me excita.... No puedo evitarlo y ella lo aprecia con una sonrisa. Nada de lo que está a nuestro alrededor parece existir, sólo ella, yo y la música.
Casi sin darme cuenta me sorprendo besándola apasionadamente. Regresamos a la barra, y ella me invita a tomar la penúltima copa en su hotel. Acepto, pagamos la cuenta y nos retiramos.
Aunque el hotel está a sólo cinco minutos caminando desde aquí, tardamos un mundo: paramos a besarnos, nos abrazamos sin importar los que caminan cerca de nosotros y nos acariciamos con desenfrenado frenesí. Pienso que lo haríamos aquí mismo, pero el escándalo sería mayúsculo así es que nos apresuramos en llegar al hotel.
El reloj del lobby marca las cuatro y cuarto de la madrugada; el ascensor, al cerrar sus puertas, protege nuestros besos y caricias de miradas ajenas. Entramos en su habitación... la cálida alfombra del piso nos invita a estar descalzos y así lo hacemos entre besos y más caricias.
Ella toma el teléfono y pide una botella de champán, y yo le acaricio los pies. Mientras tarda en llegar el servicio no perdemos tiempo, hasta casi quedar sin aire sobre la cama. Llega el pedido y descorchamos la botella rápidamente, brindamos y nos ponemos más cómodos para acariciarnos sin ningún pudor. Me gusta su ropa interior, delicada y sensual, le desabrocho suavemente el sujetador y le beso sus…
Son cerca de las nueve de la mañana, la primavera ha llegado en todo su esplendor!
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