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COMO UN CHICUELO...

Te refugiaste entre mis brazos quizás asustado por las sombras de la noche y yo te cobijé amorosamente junto a mí. Para tranquilizarte te pasé las manos suavemente por la cabeza y mi boca recorrió tu rostro desde la frente hasta el mentón.
Te moviste inquieto buscando mi cercanía y mi calor. Entonces te abracé con más fuerza para que te sintieras tranquilo y tu respiración se hizo acompasada... Te creí dormido como un chicuelo.
Las noches de otoño más que frescas son frías, lo que me obliga a desaparecer entre el plumón y las almohadas, y temiendo que sintieras ese frío que hace de las manos un témpano, toqué tus pies con los míos…pero no, estaban tibios y despertaron a mi caricia y se anudaron ardientes a los míos.
Tu cabeza cambió de posición y tus labios musitaron algo que se perdió entre mis pechos y continué acariciándote despacito, no fueras a despertar... y la magia del momento se acabara. En ese instante cambiaste de posición y tu cuerpo quedó pegado con el mío, como buscando un refugio en cada una de sus partes. Entonces yo respondí a esa cercanía dejando que mi piel reconociera cada centímetro de la tuya.
Tu boca buscó la mía y a su paso por mi cuello me dio un largo beso que llenó de electricidad mi espalda y de deseo todo mi cuerpo. Tu lengua jugueteó con la mía como si fuera primavera y tus labios me sellaron las palabras y también la pregunta de sí dormías...
Tus manos exploraron todos mis montes y despertaron todos mis sentidos; tus piernas se engancharon a las mías y prometieron todo el amor y el placer de una noche de otoñal.
Giraste sobre tu cuerpo de tal manera, que me llevaste abrazada contigo hasta ponerme bajo el tuyo y tu boca continuó jugueteando con la mía, a la par que tus manos descubrían la erección de mis pezones, obligándolos a rendirse ante el placer de ese tacto singular.
Mis piernas separadas se transformaron en testigo de la invasión de mi volcán, que loco de amor bailó al compás del ardiente invasor, hasta tal punto de ebullición que envuelto en un largo y quejoso grito de placer se dejó llevar por una larga y maravillosa erupción.
Tu respiración de agitada pasó a acompasada; tu cabeza se abandonó rendida a mi pecho y tu cuerpo pegado al mío, retomó el descanso inicial.
Volví a acariciarte como cuando recién llegaste, para que te quedaras dormido y junto a ti me dejé llevar por Morfeo...
Desperté de pronto, no sé cuántas horas habían pasado o sí sólo habían sido minutos; mis brazos estaban vacíos y mi lecho revuelto. Te busqué a tientas... estuviste a mi lado, había sido real, fue cierto...
Una solitaria y nostálgica lágrima recorrió mi mejilla y al llegar a mis labios, su sabor salado me gritó tu ausencia… Ya te habías ido.



Texto agregado el 11-04-2010, y leído por 174 visitantes. (0 votos)


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