Nacer en otro cuerpo...
Molinita. Fernandito Molina era su nombre, tendría unos 12 años. Cursaba el 5º o el 6º grado de primaria y era la comidilla de sus compañeros de clase.
“Molinita es hueco” era una de las frases repetidas, con cierta frecuencia, por los mayores de la clase, con cierto deje despectivo.
Molinita, al mirase en el espejo, mañana a mañana, notaba algo extraño en su cuerpo, el que aún conservaba tejido adiposo en áreas que, al crecer, desaparecería para moldear sus músculos y le darían la característica forma masculina. Pero... algo no le gustaba.
Jorge, su primo de Nueva York, llegaría aquella noche. En su cuarto habían colocado una cama rodante ya que, la casa, no era grande, y el muchacho, de 18 años, se pasaría el verano de vacaciones.
Molinita, hacía días había descubierto un catálogo de “Sears” donde, en la sección de ropa interior, había niñas adolescentes luciendo, como modelos, vistosa ropa interior como lo eran sostenes y “panties”. Admiraba las fotografías de las modelos. Varias horas al día el libro era hojeado, y escondido debajo del colchón de su cama cuando escuchaba a alguien acercarse . Admiraba aquellos cuerpos... pero con envidia. No le gusta el suyo. Y eso lo atormenta. ¡Si él era hombre...!. Se mira y remira al espejo. No le agradaba su pene, floreciendo entre vellos suaves y escasos. ¡Sus pechos planos..!. Y se atormentaba...! No puede ser, no! Se decía en su despertar a la vida. Esa tarde le habían vuelto a gritar: ¡Molinita mariquita!
Su primo Jorge llegó esa noche. Lo fueron a buscar al aeropuerto. La van suburbana, con todo y maletas no era suficiente para volver cómodos. En el asiento de atrás, Molinita tuvo que acomodarse en las rodillas de su primo Jorge. Al principio fue incómodo, pero sintió cierta seguridad y una sensación distinta cuando el primo le puso sus manos en la cintura para asegurarse. Allí notó la realidad. Se sentía bien. Tuvo su primera erección de verdad. ¡Pero qué tormento! ¡Si él era hombre!.
Al día siguiente le volvieron a repetir: ¡Molinita Mariquita!. Les sacó el dedo del medio, pero se sintió lastimado.
Por la noche, su primo volvió tarde. Fernandito lo vio llegar. Se hizo el dormido. Al verlo desnudarse sintió la misma sensación que hacía dos días. Y se asustó. Esta situación, para su dolor se repitió dos noches más .
-Sé que me estás mirando, Fernandito-. Le dijo Jorge. Y se acostó junto a él, desnudo. Fernando, asustado, se quedaba quieto mientras Jorge lo acariciaba y le tocaba intimidades. ¡No, por favor, soy hombre! Fue la única protesta antes de llorar . Pero sintió placer.
Al otro día no dio cara. Se quedó en su habitación y se hizo el enfermo. El llanto sucedía a los pensamientos depresivos. ¡Soy hombre...pero me gusta Jorge!.
Por tercera vez le gritaban en la escuela: ¡Molinita Mariquita!
A la cuarta noche, Jorge, de nuevo se acostó en su cama. Entre llanto y llanto se dejó hacer. Lo disfrutó con dolor, pero lo disfrutó. En su soñar creyó ser una de las modelos del catálogo.
Al despertar, y verse en el espejo, un llanto interminable se apoderó de él. ¡Soy hombre...! ¿Porqué Dios mío, porqué?. Se fue perdiendo en un agujero inmenso, negro, mientras se dormía de nuevo y lloraba... lloraba...
Todos los muchachos de la clase, formando valla, hacían guardia de honor al féretro de su compañero, momentos antes de ser montado en el coche fúnebre.
Lo habían encontrado esa tarde, tirado en la cama. El frasco vacío de “Lorazepam” original de 60 tabletas, dentro de la basura. En el piso, cinco páginas del catálogo de Sears, rotas en mil pedazos.
En vuelo a Nueva York, Jorge leía una revista de Cosmopolitan...
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