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Diabetes en Macondo
Era dulce y tierna, decían todos.
Y, mientras dormía, su sangre se hizo mermelada, y su cuerpo, dulce manjar irrenunciable.
Una a una fueron llegando, voraces, hasta formar un río negro-rojo que la consumió.
Y creyeron todos que era un mensaje pascual la silueta de hormigas en su cama.
Y montaron un altar devocional.
Pudo más la necesidad de creer en algo sobrenatural que la obligación o la curiosidad de saber su paradero. En fin, que era más cómodo prender velas que investigar.
Aún se confunden en el aire un extraño olor a melaza, cera y formaldehído.
Y no murió... ni subió a los cielos. Volvió a la madre Tierra, gota a gota, de la mano de las hormigas, buscando al último de los Buendía.
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Texto agregado el 10-04-2010, y leído por 107
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