Aunque el día termine
y consigo se lleve la
algarabía, no dejo de
imaginarte y escuchar
la voz que tuya es y
lánguidamente me pregunta:
¿Me amas? ¿Me quieres?
Te quiero.
Cae la tarde y el sol con
su traje de escarlata y
mineral, nubla todo, lo baña,
lo vuelve de oro, sólo
observo el haikai y apareces
tú como sombra ebúrnea.
Cuando la noche llega trae
en su manto tu aliento fresco
como la menta, tus ojos de
miel dibujados por la imaginación
mía alimentan mi espíritu y como
música de Mozart atraviesa las
fibras y tejidos de mi alma, se
inyecta en mis venas como
opio de amor y me nutro de ti.
Texto agregado el 09-04-2010, y leído por 199
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Lectores Opinan
10-04-2010
Las imágenes saltan de las palabras, pura imaginación. Alma_desnuda