Mi nombre es Serguey Suvorov, hace tiempo me ocurrió algo que jamás he podido olvidar y que me ha acompañado siempre. Creo que es hora de contarlo. Aquí comienza mi historia.
Yo nací en un pequeño pueblo de Siberia cerca del gran lago Baikal. Eramos campesinos y nuestra vida se regía por el tiempo y las cosechas, pasábamos del mas crudo invierno que se puede encontrar en el mundo al asfixiante calor siberiano,. Mientras tanto tratábamos de ganarnos nuestra vida de una manera honrada.
Era un vida dura y tranquila, pero no estaba echa para mi. Yo necesitaba algo mas, salir de ese pequeño mundo y conocer el grande, asi que cuando cumplí la mayoría de edad, me alisté en el ejercito.
Fué una época apasionante, descubrir las grandes ciudades, navegar por el mar, escalar montañas. Conocer a gente de todo el mundo y aprender a leer el mundo.
Pasé de ser un niño a convertirme en un hombre, y esto no siempre es bueno, hay cosas que es mejor no saber.
Cuando sales de tu pequeño pueblo nunca esperas que tu vida se base en matar gente.
Fue una escuela maravillosa. Aprendí a matar con mi cuerpo como si fuera un arma y mis armas llegaron a ser una extensión de mi cuerpo.
Muy pronto el ejercito se quedó pequeño.
La empresa privada no tardó en buscarme. Me licencié y me puse al servicio del capital.
Realmente era un excusa, el dinero me daba igual pero me habría otra nueva puerta para ser libre.
Y un día algo pasó.
Me habían enviado a algún lugar de África. Últimamente pasaba mucho tiempo allí. En esos tiempos todo el continente era un gran mercado y mi fama era bien conocida.
Durante varios días había atravesado la selva, iba sólo como siempre. Mis compañeros de profesión nunca me agradaron. No valoraban nada , algunos estaban locos, otros eran crueles, y todos estaban asqueados del mundo.
Matar no era agradable pero cuando lo descubrí me di cuenta de que lo sentía como algo natural.
Mi misión era sencilla, tenía que eliminar a un guerrillero local. No sabía porque ni tampoco me interesaba. Nunca me importaban los motivos.
El disparo salió de mi arma, voló hasta el blanco, penetró la carne, rompió el hueso, se alojó en el cerebro, y se terminó. Otro mas.
Un escalofrío me sacudió, ¿que pasaba?, un momento antes el calor tropical me estaba empapando en sudor y ahora estaba temblando de frío. A mi alrededor nada era distinto, las plantas y los insectos no parecían sentir nada extraño pero yo estaba tiritando. Comprobé mi temperatura, no tenía fiebre pero esa sensación seguía ahí.
-Una voz se posó en mi oído:
-Hola Serguey, hace mucho tiempo que te conozco, hace mucho tiempo que te necesito.
Me giré y detrás mía estaba ella.
-Quiero una cosa, solamente una. Durante años lo he deseado, pero jamás supe como conseguirlo. Nunca deje de cumplir fielmente con mi tarea, día tras día sin descanso, resignada. Pero siempre esperando que en algún momento pudiese terminar.
Y un día te conocí, fue en una pequeña granja de siberia. Tu madre estaba postrada en una cama, con el rostro desencajado, jadeaba, gritaba y empujaba, intentando terminar de una vez. Una anciana buscaba algo entre sus piernas, y entonces te vi.
No lloraste, nunca llorabas. Eras un niño impasible que observaba el mundo con una curiosidad infinita. Tus grandes ojos azules se habrían como faros y devoraban todo a su alrededor. Siempre serio, atento, concentrado.
La primera vez que me viste aún no habías cumplido un año. Una pequeña mosca se posó en tu mano. Me la regalaste, sin un ápice de crueldad, simplemente le abriste el camino y llegó hacia mi.
No fui capaz de dejarte, jamás había sentido esa fascinación por nada ni nadie.
Creo que me enamoré de ti, de lo que eras y de lo que serías desde el primer momento, pero entonces me di cuenta.
Eras la respuesta, después de una eternidad, por fin sentía algo que me había estado vedado. Y solamente tu podrías concederme lo que tanto ansiaba.
El señor Suvorov, ha vuelto a presentar los mismos síntomas esta noche. Se despierta alterado y con taquicardias. Seguidamente comienza a emitir alaridos de desesperación, se tira en el suelo, se acurruca y empieza a llorar. Es estremecedor.
Estoy cansada, y me duele el estómago. Me voy a ir a casa. Lo de hoy no me ha sentado bien, ¿porqué escuché a ese loco?. Me ha puesto nerviosa. Lo que dice es completamente ridículo, pero la forma en la que lo hace, repitiéndolo todos los días.
Cuando se calma y se concentra parece tan cuerdo, con esa voz rotunda y fuerte. No puedo evitarlo, me emociona, veo como mueve sus manos como levanta su cara.
Pero como puede creerse alguien esa historia, por Dios es estúpido, dice que era una asesino, ¡Un asesino!, y por qué no un enterrador o un hombre lobo, ya puestos a imaginar personajes de cuentos juntémoslos a todos.
Dice que le pagaban para matar a gente, ¡La muerte!, dejar de existir, que idea tan horrorosa. Nunca me sentí cómoda al hablar de eso, se que es una tontería, una fantasía de cuento de terror pero siempre le he tenido respeto. Como si en el fondo creyese que pudiera ser cierto.
Y después me dice lo que hizo, me cuenta lo que sintió, y me mira a los ojos.
Porqué le escucho, porqué no dejé este caso hace meses, porqué me obsesiona. Dios mío estoy empezando a creerle.
Estiró su mano, las yemas de sus dedos resbalaron por mi mi brazo. Me vi sentado en la hierba, aún era un niño, la vi a mi lado.
Su manos resbalaron por mi torso. Me vi matando a mi primer hombre, ella me sonría.
Comenzó a quitarme la ropa, comencé a abrazarla. Mi vida siguió pasando por mis ojos. Ahora a me daba cuenta de que ella siempre había estado allí, conmigo.
Nos besamos, nos fundimos. Siempre había sido ella.
No me dijo nada, no hacía falta, ahora sabía quien era y que quería.
Me miró, su ojos me daban las gracias.
Por primera vez en mi vida lloré.
La maté.
No había muerto, el concepto ya no tenía sentido. Simplemente nunca había sido.
Ahora solo vivía en la imaginación.
Pero yo aún la recuerdo, se lo que era y lo que pasó. Se que la quise y que me la llevé. Se que siempre llevaré dentro su rostro. Que siempre seré parte de la muerte.
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