No temas, acerca tu mano,
sé que no te temblará
aunque, puede suceder,
que un estremecimiento involuntario
te impida actuar con la certeza necesaria.
Aproxima tus dedos, hazlo,
cerraré mis ojos,
pensaré en nenúfares coloridos,
soñaré que un día cualquiera,
acaso pueda aprehender tu mano.
Siento que hurgas,
un gesto de desprecio
oscurece tus facciones,
ahora sonríes, sonríes, lo intuyo,
me he volteado, simulo dormir,
sé que alzas ya la daga
que destrozará mis sueños.
Nada puedo hacer,
sólo aguardar,
desandar la madrugada,
estampar en mi piel los otoños,
florecer en ilusiones,
alzar como trofeo glorioso
un cesto de flores aromáticas.
Me he dormido,
profunda y sinceramente,
he aguardado tus palabras,
algo que te identifique,
nada sucede, siempre callas,
y yo sin memoria, tendido,
absorto en las regiones de Morfeo,
me nublo en los inconsistentes
episodios de los sueños.
Al abrir mis ojos,
percibo el eco de un rasguido,
ha sido un movimiento sutil,
pero resuelto, allí está,
apabullante, grotesca,
la mácula exacta,
el fragor de una batalla,
que no requiere de ejércitos,
tan sólo tu dedo pulsando
¡esa indolente estrella solitaria!
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