Luis tomó la pistola que tenía encima del escritorio y la guardó en el bolsillo interior de su saco. Salió a la calle, la tarde-noche era cálida, esta vez no tomó su auto, encaminó sus pasos por la aún transitada calle, su rostro no mostraba la turbulencia que llevaba dentro. Sus ojos se entrecerraban haciéndose más pequeños, sus mandíbulas, al igual que sus puños se apretaban al punto de sentir un dolor que pasaba imperceptible. Sentía la mirada de la gente, sobre todo de las mujeres que volteaban al verle. Era un hombre joven, bastante atractivo, el cabello negro dibujaba a la perfección el óvalo de su rostro, en la cual destacaban sus ojos de un azul intenso, de largas y rizadas pestañas, su boca parecía dibujada ex profeso para darle color a su sonrisa y ahora se contraía en un rictus de amargura.
El reloj de la iglesia marcaba las 8 de la noche, apresuró el paso, cuando entró al templo la misa había empezado, avanzó al frente, en las primeras bancas una dama se hizo solícita a un lado para dejarle un lugar, se sentó y recorrió con la mirada el lugar, a diferencia de otras noches ahora estaba totalmente iluminada y llena de feligreses. La homilía se desarrollaba tranquila, cuando el sacerdote dio la indicación de dar el saludo de paz, Luis se acercó a él, cuando éste extendió la mano para saludarlo, en un rápido movimiento lo atrajo hacia sí, sacó la pistola y disparó, el oficiante cayó sobre la escalinata del altar, Luis guardó el arma y aprovechando el caos en que se convirtió el recinto, salió a la calle y caminó sin rumbo.
Llegó a una pequeña plazuela, se sentó en una banca y buscó entre sus ropas un cigarro, palpó la pistola y la sacó, aún tenía dos cartuchos útiles, los sacó y los guardó en el bolsillo del pantalón, envolvió el arma en su pañuelo y la tiró en un contenedor rebosante de basura, observó su mano derecha, tenía manchas de sangre. Lavó sus manos en la vieja fuente, mojó su cara y su cabello y se sentó cubriendo su rostro con las manos y empezó a recordar lo ocurrido hacía un mes.
Luis entró a la recámara de Elisa, ésta estaba inerte en su cama, con los ojos abiertos y en la boca un color violáceo se veía además de la espuma que de ella salía, en su crispada mano, una carta dirigida a él.
Luis no daba crédito a lo que veía, Elisa, su pequeña Elisa, la chiquilla de 16 años estaba muerta. Apenas la noche anterior habían cenado juntos, ella se veía feliz, siempre bromista, comentaron sobre como iba en la escuela, del viaje que harían juntos al terminar el ciclo escolar, y ese abrazo que le dio porque tenía ganas de abrazarlo y decirle que lo quería mucho.
Al morir su madre, Elisa tenía 3 años, Adriana la otra hermana 12 y él con solo 17 años quedó como el hombre de la casa, su padre los había abandonado cuando la madre de ellos tenía 7 meses de embarazo de Elisa, vivía en Estados Unidos con otra mujer y no tenían ninguna comunicación ni con él ni con su familia.
Luis tomó la decisión de cuidar y proteger a sus hermanas, no quiso que la familia materna se encargaran de ellas, Cata, fiel sirvienta de su madre vivía por y para ellos y entre los dos formaron un equipo para salir adelante. Su madre dejó una empresa textil y buena solvencia económica para que ellos no tuvieran carencias y pudieran seguir estudiando.
Adriana se había recibido de médico, vivía en unión libre con el novio y ambos estaban prestando su servicio social en una comunidad en la sierra de Oaxaca, él y Elisa vivían en la casa materna. Era más que su hermana, la veía como a su hija, era ella quien daba visto bueno a las novias que le presentaba, le escogía la ropa, lo reprendía cuando se iba de juerga, la que siempre le hacía bromas y travesuras al esconderle su zapatos, sus cosas, por más esfuerzos que hacía no recordaba haber visto a Elisa triste o enojada, le decía en broma que ella reía hasta dormida. Cuando le preguntaba por los novios, ésta le decía que no tenía, que los chicos de la escuela eran muy bobos y no le llamaban la atención, que solo los veía como amigos, pero que tenía por ahí un pretendiente pero que no se decidía, Luis le pregunto que si era conocido, ésta riendo le decía misteriosa que tal vez.
Cuando Elisa cumplió 12 años se preparaba para hacer la primera comunión, llegó a la parroquia, Andrés, un antiguo compañero de Luis en la preparatoria, al verlo no pudo contener las carcajadas y aconsejó a Elisa no confesarse, Andrés había sido un calavera en la escuela, un verdadero don juan , y ahora estaba convertido en sacerdote.
Andrés era un hombre varonil, de rizado cabello, tez morena, ojos cafés, grandes y expresivos, y para ser un hombre consagrado a Dios, bastante desenvuelto en su forma de vestir y hablar, un cuerpo atlético dedicado largas horas al ejercicio dibujaba la sotana. Luis lo invitó a la casa para platicar y recordar sus días estudiantiles y pronto las visitas de Andrés fueron frecuentes, Elisa y su hermana lo veían como algo muy familiar, los acompaño en algunas fiestas y eventos, los llevo él a otras y en ocasiones fue el cómplice de Adriana para salir a ver al novio y que Cata no se enojara e intercedió por ella cuando avisó que se iría a vivir con su novio ante el disgusto de Luis, que terminó aceptando la decisión de su hermana.
Cuando Elisa cumplió quince años, ofició la misa y contribuyó a que la fiesta fuera inolvidable, hasta bailó con ella el vals vestido con un elegante traje.
En la preparatoria se hizo un viaje de estudios a Morelia, Elisa al regresar llegó enferma, dijo que algo que comió le provocó una intoxicación, pero que la maestra la llevó al médico y se sentía mejor, pasó dos días en cama y Cata la cuidó haciéndole sus remedios caseros, Luis atendía la empresa de textiles que su madre dejó, llegaron máquinas nuevas y tenía que tomar la capacitación junto con los empleados asignados, eso le iba a tomar varias semanas de intensas jornadas laborales, apenas si veía a Elisa, pero confiaba en Cata, sabía que ella la cuidaba mejor que nadie. Una noche Cata le dijo que Andrés había llevado a Elisa al médico, porque se sentía un poco mal, Luis no lograba conciliar sus horarios con los de su hermana, cuando llegaba por la noche ya estaba dormida y en la mañana ella se iba temprano o viceversa.
Una tarde salió temprano y encontró a Andrés en la gasolinería, le agradeció la atención de llevar a Elisa al médico, Andrés le dijo que ella le comentó que no quería molestarlo sabiendo que estaba ocupado con la maquinaria, y la llevó a una consulta, que era algo sin importancia, una comida le hizo daño pero ya estaba recuperada.
Terminó el curso y todo volvió a la normalidad, la cena era el momento de reunión entre ambos para comentar lo cotidiano y a veces ver una película. Algunas veces Elisa pedía permiso para salir con sus amigas y algunas veces se quedó a dormir en casa de alguna de ellas y a su vez ella las invitaba y hacían lo mismo.
El aire de la noche lo volvió a la realidad, sacó del saco la carta encontrada en la mano de Elisa y volvió a leerla como la había hecho a diario desde esa fatídica mañana, a medida que leía el llanto corría doloroso por su rostro ahora envejecido y marchito.
¾”Luis, perdóname por el dolor tan grande que te causaré, no puedo continuar fingiendo que soy feliz, que no pasa nada, no mereces que te siga engañando, hermanito, estoy embarazada y el papá del bebé no quiere que nazca, me pidió que me haga un aborto y yo no quiero hacerlo, una vez ya lo hice y me sentí muy mal, cuando fui a Morelia te mentí, estaba embarazada y él me convenció de hacer algo para no continuar con el embarazo, al principio me negué, pero me dijo que si no lo hacía no volvería a verlo y yo sin él no podría vivir, me llevó a un pueblito, con una señora que me dio a beber algo y comencé a tener dolores muy fuertes, como si me arrancaran las entrañas y sangré mucho, la señora dijo que era una niña, que a los dos meses son como un gran coágulo de sangre. Ahora no quiero repetir lo mismo, prefiero morirme antes, él ya no quiere saber nada de mí, está molesto y me dice que jamás va a regresar conmigo. Les pido perdón a Adriana, a Cata y a ti, les fallé, pero no les daré más problemas, espero encontrarme con mis angelitos y con mamá. No se culpe a nadie de mi muerte.” Elisa.
Después del funeral, Luis se dio a la tarea de buscar al que para él era el responsable directo de la muerte de Elisa, preguntó con sus amigas, en la escuela, un dato que lo llevara a encontrar al novio, nadie sabía nada, en la escuela no presentó a nadie como tal, sus compañeros nada sabían, una chica le refirió que algunas veces vió a Elisa subir a un auto negro a dos calles de la escuela, pero nunca logró ver al conductor.
Luis estaba lleno de rabia, impotencia, frustración, la muerte de Elisa no podía, no debía quedar impune. Una tarde entro a la habitación, todo estaba como ella lo dejó, Cata lo tenía igual que cuando Elisa vivía, aún se percibía su aroma, su esencia, empezó a buscar sin saber que buscar, arriba del clóset encontró oculto entre las toallas un pequeño maletín rosa, lo tomó, un candado no le permitió abrirlo de inmediato, preso de la excitación lo llevó a su cuarto y lo abrió, dentro estaba el mundo secreto de Elisa, fotos de ella, de Adriana, de sus amigas, de su madre y algunas de su padre. Al fondo un anillo y una foto de...¡Andrés! leyó la dedicatoria “Para Elisa, con todo mi amor. Andrés.
El diario de Elisa estaba ahí, con manos temblorosas empezó a hojearlo, leyó las primeras páginas y al principio quien escribía era Elisa, la niña, la adolescente, cosas triviales, niñerías. Siguió leyendo y una página llamó su atención:
¾”26 de mayo de...
“Querido diario:
hoy es el día más feliz de mi vida, Andrés me besó, nunca nadie me había besado así, primero sentí miedo, pero sentir su cuerpo pegado al mío, sus manos recorriendo mi cuerpo, sus besos, su aroma, me hizo sentirme mujer, no me importa que sea sacerdote, ni que sea mayor que yo, lo amo, estoy enamorada de él y él de mí, me lo dijo, pero debemos guardar el secreto, nadie debe saber lo nuestro.
Luis estaba horrorizado de lo que leía, Elisa relataba de que manera se entregó a él, las veces en que se veían, a los 14 años había ocurrido todo, ¿a que maldito monstruo consideró su amigo?
Ahora veía con claridad todos esos detalles que se le escaparon. Cuando le avisó a Andrés lo que había pasado con Elisa, éste estuvo a punto de caer desmayado y la palidez de su rostro mostró la impresión de la noticia, se disculpó por no acompañarlo al funeral pero tenía curso de formación en la arquidiócesis con el obispo y no podía faltar y le manifestó el dolor que sentía en un llanto reprimido al darle el abrazo de condolencia.
Después, solo lo había visto un par de veces y le comentó que lo iban a cambiar de parroquia y aún no sabía a que lugar lo iban a mandar, pero preguntaba ansioso si ya tenía datos del culpable. El carro de Andrés era negro y no lo había notado.
En otra página, Elisa relataba el primer aborto practicado y el dolor se palpaba en las líneas.
¾” Querido diario:
me siento muy mal, estoy sangrando mucho, Andrés me llevó a un pueblo, con una señora que me dio un té y me dolió mucho el estómago, tenía dos meses de embarazo, aún no estaba formado, la señora dijo que era niña, yo no quería hacerlo, pero Andrés me dijo que si no lo hacía no volvería a verlo por que le iba a causar muchos problemas, y que yo era muy joven, que más adelante podríamos tener otro, pero ahora no era el momento mas adecuado, si no la hacía se iría lejos y no nos veríamos más, yo lo quiero mucho y no quiero perderlo. No fui a Morelia y le mentí a Luis, y creo que Cata no ha sospechado nada, con los tés que me ha dado los tiré y le dije que estoy mejor, Andrés me llevó de nuevo con la señora y me dio algo que me hizo sentir mejor, dice que soy muy fuerte, que me recuperaré rápido, a Cata le dijo que me llevó al doctor.”
Con todo lo que leía, Luis sintió unos deseos inmensos de vomitar, no podía contener todo el odio que sentía, se culpó de ser tan confiado, de ser tan estúpido, en una arranque de furia, buscó en su cuarto la pistola que guardaba, no estaba ahí, la llevó a la oficina una vez que encontró a Elisa jugando con ella, aunque la tenía descargada, prefirió no tenerla ahí.
Cata al verlo se asustó, el rostro de Luis era una máscara desfigurada de desesperación, de dolor, de odio, al entrar a su oficina vió sobre el escritorio una foro de Elisa que le miraba sonriente, la tomo y la abrazó contra su pecho, cayo de rodillas gritando y sollozando, ¿cuánto tiempo pasó? No lo supo, solo cuando escuchó el tañer de las campanas anunciando la misa, salió en busca de Andrés, lo demás, pasó ante sus ojos como una película.
Era de madrugada, agotada la cajetilla de cigarros, Luis emprendió el camino a su casa, Cata lo aguardaba en el sillón, no le dijo nada y no quiso cenar, la mandó a dormir y subió a su cuarto, cayó de bruces en la cama y se quedó dormido.
Fuertes golpes a la puerta lo sacaron del sopor en que se encontraba, era Cata que le hablaba desesperada.
¾ Luis, Luis, ¡abréme!
¾ Me acaban de avisar de una desgracia, anoche, en la misa de 8 balearon al padre Andrés, abajo está un agente, quiere verte, dice que Andrés te está llamando, agoniza en el hospital, apurate.
Luis se cambió de ropa, bajo, supuso que el agente lo llevaría detenido, o lo llevaría a ratificar la acusación de Andrés, subió al auto sin hacer ninguna pregunta. Durante el trayecto, el agente hablaba, él no entendía nada de lo que decía.
Al llegar al hospital, en la habitación una mujer lloraba silenciosa, al verlo le dijo
¾ Tú eres Luis, mi hijo te está llamando
El agente la sacó del cuarto y le preguntó a Andrés
¾¿ éste es el hombre que le disparó?
¾ Algunos testigos afirman que él fue quien lo hirió, él estaba ahí y junto a usted
¾ No, no es él, él es mi amigo, ¾ dijo Andrés con un hilo de voz
¾ Está seguro padre ¾ dijo el agente
¾ Estoy seguro ¾ estoy seguro, el no es culpable de nada, ya firmé mi declaración, desconozco a la persona que me agredió, no logré verlo, déjenme solo, por favor.
Andrés miraba con la muerte anunciada en los ojos a Luis, éste lo miraba impávido.
¾ Luis, perdóname, perdóname, no quise hacerle daño, yo la amaba y...
Luis no pudo contenerse y le dio una bofetada.
¾ Era una niña mal nacido, tú la mataste
¾He leído su diario, lo sé todo ¾ ¿ cómo puedes pedir perdón?
Se iba a lanzar nuevamente sobre él, cuando escuchó la voz de la madre de Andrés que en una súplica angustiada le decía:
¾ Perdónalo, yo también lo sé todo, anoche me confesó su pecado, a pesar del dolor que me causo, lo he perdonado, es mi hijo
¾ Ella era una niña, era mi hermana
¾ Que lo perdone Dios, yo no puedo perdonarlo
Luis salió de la habitación, en el pasillo alcanzó a escuchar los gritos de dolor de la mamá de Andrés que decía:
¾Dios te perdone hijo, Dios te perdone ¾ descansa en paz.
Afuera la vida seguía su curso, Luis sabía que para él nada sería igual. Levantó la vista, el reloj de la iglesia marcaba las 3 de la tarde, lanzó un hondo suspiro y encaminó sus pasos al templo.
Mirsha |