Con la caricia reprimida y en silencio,
nació este amor tormentoso, incierto,
nada pudo encontrar para sostenerse,
solo creció como la enredadera furtiva.
Con la esperanza aliada pero solitaria,
en la cumbre del desasosiego fluye aún,
esta pasión enrarecida por el fuego tenaz
que se desprende de mi piel a tus ojos.
Así recorro lugares buscándote en otros,
en muchos mares donde nació tu iris suave,
en ríos tormentoso donde creció tu boca,
tus manos, tu piel, tu hombría, tu desdén.
Hoy, ya reconozco que es mi destino amar
sin esperar que tu sonrisa ría con mis ojos,
que tu boca clame por la mía sintiéndonos,
que tus ojos de cielo una mirada me dieran.
Hoy, sigo en tertulias de sueños compartidos,
te veo correr por la pradera leyendo versos,
juntando pequeñas hojas de colores, crujientes,
enarbolando tu niñez junto a tu pelota de trapo.
Mientras te sueño niño te veo hombre amado,
te dibujo a mi antojo como si fueras un dios,
un joven valiente que me toma entre sus brazos,
me repite con fervor la palabra coloreada de rojo,
me insinúa su amor bajo las estrellas plateadas.
Se dispara la flecha que enveneno mi corazón
Ahí, despierta mi agonía y se nutre de amanecer.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
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