El poder judicial abarca un amplio edificio, como grandilocuente vanagloria de la debilidad del hombre, dentro de su maciza armazón, los seres humanos caminan y hacen resonar sus pasos por los corredores, como una almendra seca, en sus diferentes juzgados se percibe el olor de la injusticia y la ruindad humana, es un olor extraño a amoniaco, a aserrín, a falta de libertad, todos los días lo limpian, pero nunca eliminan ese olor, todos los que trabajan en ese lugar lo llevan en las ropas, como el olor a tabaco.
Acompañando a un amigo, muy estimado, asciendo los escalones y nos dirigimos a la derecha a lo largo de un umbrío pasillo al juzgado del Dr. Luis Llamoja, es increíble como demora un proceso en este recinto judicial, esta por cumplir 15 años este caso y aun no termina, en este litigio contra el Banco Central de Reserva, que perdió en todas las instancias, pero aun la justicia no se restablece, aquí en este lugar pronto uno descubre que la culpa y la inocencia es tan relativa como la riqueza, la justicia debería ser el fundamento mas solido de la civilización, soy un soñador como muchos, buscando el arco iris y el espejismo de la justicia humana; la ley que asegure en manos del diligente lo que adquiere con sus sudores, que arregle el modo de transferir el dominio de las cosas, que habrá las fuentes de la riqueza para muchos no para unos pocos, que fomente en la población el mas precioso tesoro del estado, la justicia.
La ley con nadie atenta ni desdeñosa, guiadora de los actos y los contratos, cuidadora principal de las obligaciones sin la cual no hay virtud en la sociedad, que sea escudo y baluarte de los buenos, y azote y castigo para los malos.
Para esto solicito la ayuda de todo el mundo, de todos los idealistas, de todo aquel que aspire a un Perú mejor, mas justo, mas imparcial, exigir en todos los foros, medios de prensa, por internet, verbalmente, mediante marchas, la reforma total del poder judicial, como pueblo merecemos que algo siquiera funcione bien.
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