19:00 hs "Aquí Georgia"
Me despierto al grito de – treinta minutos para comer!- pregunto en donde estamos –Georgia seor, Georgia- me responde a los gritos, un cubano que se creía hermano de Pavarotti, o que quizás tenia un hijo sordo.
-Pero… entonces… ¿ya salimos del estado de La Florida…? ¡¡Dios!! ¿Por que nadie me despertó…? ¡¡No se dan cuenta que quiero conocerlo todo, necesito verlo todo, tengo que vivirlo todo, porque no se cuando podré volver a hacer este interminable y mal-di-to viaje en micro!!- pensé bien para mis adentros mientras, tímidamente, le pedía permiso, al hermano de Pavarotti, para poder bajar.
Miro a mí alrededor. Único lugar disponible para comer… Mac Donald’s… ¿Qué hice yo para merecer esto…? ¡¡Y me cago en la santa madre del que inventó la hamburguesa con queso!!
Resignado entro al local de fast food. Y lo escribo así despectivamente fast fooooooood. Pido unas papas fritas medianas y… una hamburguesa sin mayonesa, sin pepino, sin chistar. Mientras espero observo el entorno, descubro que excepto las empleadas que eran negras como William y nosotros (los latinos del micro), todos ahí eran más rubios que el sol. Hasta incluso creí llegar a ver a un enano rubio intentando llenar su vaso con Sprite, pero luego, al mirar con detención, me di cuenta de que solo era un chico queriendo tomar Fanta… nada que ver.
Las conclusiones fueron inmediatas, las pruebas irrefutables, ya no estábamos en La Florida. ¡¡Ahora si!! ¡¡Estábamos en Estados Unidos!! Nunca, en toda mi existencia, había visto tanto rubio todo junto comiendo hamburguesas dentro de un local de comidas rápidas, o sea dentro de un fast fooooooood
Atrás habían quedado Miami, el Tropicana, y el supermercado Sedano’s de la esquina de mi casa, cuyas empleadas hablaban perfecto español. A partir de ahora solo se hablaría en ingles, se pensaría solo en ingles, y se viviría solo en ingles… Tu, latino: ¿Comprender…? Yes, sir… yes
Precisamente me di cuenta de ello, cuando me entregaron mi pedido de comida. Dentro de la bolsita color papel madera, pintada con la estúpida cara del payaso, solo estaban mis papas fritas medianas. De las hamburguesa ni noticias. Pensé en volver y reclamar por lo mío, pero la imagen de William corriendo detrás del ómnibus allá en Tampa, con ese miedo a perderlo todo en un solo instante (viaje, bolso, dinero y esas ansias locas de querer triunfar en la vida, pese al estigma del color de su piel, de mi piel), me hizo desistir de tal idea.
Encima que estos fast foooooood me caen mas que mal, una vez que me toca comer en ellos, porque no me queda otra alternativa, no me dan lo que pido y que, por cierto, había pagado previamente. Les juro por la lucecita del techo del micro que ahora me alumbra, que hice el pedido de hamburguesas y papas fritas en ingles…
Me pregunto: ¿Qué habrá entendido la empleada, cuando le pedí jambarguer (se escribe hamburguer)? ¿Habrá pensado que es otra forma que tenemos los latinos de decir hello? …?
22:30 hs "Lo que el viento se llevo"
El ómnibus deja, de uno en uno, los mismos bosques, los mismos campos. Es de noche y llueve … digamos que intermitentemente. Los carteles indicadores de la ruta dicen que ya estamos en Atlanta y que la avenida Henry Ford esta a poco menos de milla y media.
En una de las tantas publicidades que invaden aquel paisaje, se puede ver a la pareja protagónica del film "lo que el viento se llevo". Él, Clark Gables. Ella, Vivien Leigth. Leo debajo de la imagen que dice: "Musseum Road to Tara, next exit" (museo a Tara, próxima salida).
Me quedo pensando que cosa era tara… se me ocurre entonces preguntarle a la viejita que rato atrás gritaba -¡El negro! ¡Falta el negro!- la que por la cantidad de arrugas que carga, deduzco que bien pudo haber ido a ver la avant premier de la película, allá por 1939. Pero, mala suerte, la anciana parecía estar noqueada. Dormía profundamente con la boca totalmente abierta y con la dentadura postiza superior semi-desprendida.
-chofer, en la próxima salida doble, por favor, a la derecha, ya que allí esta el museo de "lo que el viento se llevo". Mire paso a explicarle, lo que sucede es que quiero conocerlo todo. Necesito visitarlo todo. Debo verlo todo…- eso es, en realidad, lo que me gustaría poder decirle al hombre que conduce el micro, pero la oscuridad reinante, la lluvia intermitente y el sangriento tiroteo dentro de la película de Bruce Willis, me intimidan a querer decir cualquier cosa…
¡¡Ah!! ¡¡Ya me acorde!! Tara era el nombre de esa especie de granja-mansión que tenia el personaje de Vivien Leigth, y que al final de la película había quedado hecha ruinas (el lugar, no la chica) a consecuencia de la guerra civil librada entre el norte y el sur, para ver si abolían o no la esclavitud (¡¡Aguante el negro William!!). Bien, con todo ese fondo bien estilo Hollywood, ella se jura volver a construir su hogar… su imperio… su tara… por supuesto… su tara… ahora si todo aclarado… su tara
Mientras tanto Bruce Willis sigue matando villanos sucios y feos, y por la ventanilla se alcanza a ver la planta industrial de ensamblados de automóviles Ford de la ciudad de Atlanta…
7:30 hs. "¿Qué…? ¿Cómo…? ¿Dónde…? ¿Cuándo…. ?"
¿ Me despierto?. Por un momento pierdo la noción de saber donde estoy. El chofer, ese del hijo sordo, repite a viva voz –Washington DC. Única parada para desayunar. Por favor, todos tienen que bajarse del ómnibus-.
A tientas me tomo un trago de Gatorade, manoteo mi saquito de corderoy marrón, y bajo a pisar suelo washingtoneano. Lo primero que siento es frió, acostumbrado, por mas de tres años, a vivir en el intenso calor de Miami, ese fresco de mañana de primavera, me cala los huesos. Me abrigo con mi insulso saquito marrón, pleno de una satisfacción inusual: sentir frió.
Entro a la tienda, busco un baño. Me miro en el espejo. ¡Dios mío, que cara! El costado izquierdo de mi cabeza esta como si lo hubieran aplastado con un enorme dedo pulgar. Consecuencia directa de haber dormido apoyando solo ese lado de mi cabeza contra el asiento. Con mucho esfuerzo me reconstituyo y salgo nuevamente al mundo exterior.
En la cafetería busco algo de tomar. Me acuerdo entonces de esa sensación de frió matinal, y me pido un hot chocolat y un pastelito de manzana. Busco mesa para sentarme, pero veo tanta gente comiendo huevos revueltos, tocino frito (panceta), puré de papas y costillas de cerdo a esas altas horas de la mañana, que decido salir a caminar y estirar un poco las piernas, en esa subjetivamente fría mañana de mayo.
Afuera el chocolate caliente se hace compinche de mi sensación térmica. Me siento en el borde de un enorme masetero a desayunar. De las cajas expendedoras de periódicos (que las hay en todas partes), saco un ejemplar de "la conexión", un tabloide para hispanos que trae las noticias locales y viene repleto de publicidades con caras de abogados que dicen tener la solución mágica para dejar de ser un ciudadano ilegal en este país.
-Hace frió- pienso mientras soplo suavemente, con la boca abierta en forma de letra o, a ver si sale vaporcito de mi cuerpo, y verificar que realmente es un mañana fresca. Pero… ¡Nada que hacer, che! Sólo estoy, personal y subjetivamente, muerto de frió.
Salimos nuevamente a la ruta. Pasados unos treinta minutos, veo asomar por la ventanilla opuesta a la mía un… obelisco. -ese chocolate tenia drogas alucinógenas- pienso
-No. Nada que ver… Ahora me acuerdo… Los gringos también tienen un obelisco acá en Washington- a las apuradas busco mi cámara y tiro unas fotos en blanco y negro. Mientras lo hago, siento por dentro una dolorosa sensación de vacío cultural. Es que para cualquier argentino, el obelisco es nuestra estatua de la libertad, nuestra torre Eiffel, nuestra pirámide de Egipto. Y verlo aquí, en Washington dc, cerquita del capitolio, hace que me den ganas de… de… de… quejarme en la ONU, la OEA y el Vaticano…!!!
No se pierda la ultima parte de esta aventura...
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