- voy a poner un ojo en el sol para verte de día y otro en la luna, te acompañe a dormir -, dijo doña Floripia a su hijo Homeraldito, el hipopótamito
- y yo voy a darte esta cajita con ocho besos invisibles para tu viaje -, contestó el niño
- pero si voy a estar quince días por fuera de casa, no ocho -, afirmó mamá hipopótama
- yo ya había mandado los quince besos al cielo, te pusieras uno tan pronto despertaras cada día, pero papá Dios me pidió prestado siete, lo que no sé, es a cuál mamá los regaló – afirmó el hipopotamito
a doña Floripia se le cayó una lágrima, abrazó su hijo y siete besos y siete abrazos le dio
entonces, en ese momento, Dios, miles de bendiciones entregó a los dos
y cada vez que doña Floripia llora, cada lágrima de tristeza, por una gota de alegría para su hijo, ella se la cambia a Dios
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