Y al cerrar los ojos la aparente nada surgió, tan implacable y sorda que tembló. Perdió aquello que escondía y la farsa identidad calló todo eso que le podía dañar, que se gritaba con voz ronca y fingida… al aparecer la escena se rasgo, desmantelando lo se fue, lo que será.

Ya se sabe que duele y no; los dedos se arrugan, se doblan mientras ríes; esa risa apuñala la seca frustración, pero nada se dice y las gotas de sal bailan bajo los parpados hinchados, dormidos y tercos. La calle gime y se contrae; quizás no se quiera querer y todo lo sucedido tan solo sea la punzante historia de algún esquizofrénico escritor, de esos que se escaparon de fin de siglo y juegan con sus títeres como si fueran rígidas piezas de ajedrez.

La lluvia suaviza la piel callada y calma la fugaz espera que agonizo entre cientos de cadáveres exquisitos ocultos en medio de las alas de mariposas cenizas; pero nada es verdad, es solo que no se puede silenciar la memoria de este viejo y gastado lápiz el cual danza entre estas hojas intentando matar la sola soledad que cubre su tosco carbón.


Este es solo un cuento de frágil tizón…