La Fábrica de Hormigas
¡Aquí estoy!, pero no le digan a nadie, me escondo, sí, debajo de este tupido arbusto. Angélica me busca, escucho sus pisadas acercándose, ¡Silencio!, ya, oh, se ha ido, creo que fue en busca de Daniel, pero estoy bien, aquí, bien oculto de todas las miradas. Hace mucho calor, los rayos del sol caen como plomo fundido sobre las calles y avenidas, allá van las personas, con paraguas, sombrero o haciéndose pantalla con la mano, algunos cargan bolsas con viandas, otro solamente van de paseo, pero estoy oculto y nadie me ve. Es abril, y como todo abril de todos los años me entra un extraño pensamiento, me siento insecto, me siento ave, se siento viento, me siento todo menos yo mismo; cuando el calor reina deseo desplegar las alas del alma y salirme de mi propio cuerpo. ¡OH, No!, ahora imagino que soy una hormiga…
Mis antenas apuntan hacia el claro cielo, mis patas delgadas se despliegan y comienzo a caminar entre la hierba y las hojas caídas, allá voy… de nuevo. De repente veo un agujero… es como el de cualquier otra hormiga. Levanto los ojos y veo a la araña, se acerca, silente detrás de aquellas raíces… ¡Debo huir!
Corro, corro sin detenerme.
Sin dudar me adentro en aquel antro.
Todo está oscuro. Un olor dulzón viene desde adentro, ¿Serán semillas?, eso espero, tengo hambre.
Desciendo, ahora veo mejor, mis ojos se acostumbraron a las sombras. El túnel es hermoso, algunas raíces sobresalen, y más allá la punta de un cuarzo, bello porque es lo único que parece brillar en la penumbra. Sigo andando, mis patas ágiles me llevan al fondo, donde hay muchos túneles. En los túneles hay pequeñas bombillas que iluminan los corredores, debajo de mis múltiples patas hay una alfombra roja, que suave se siente. Camino, mirando las paredes, hay algo entre las sombras, acerco los ojos, sí, son pinturas, pinturas de hormigas comiendo, de hormigas batallando, de hormigas cavando.
Sigo andando en aquel mundo… sigo andando.
De repente un sonido llega, lejano pero seguro, parece ser el sonido de un martillo que golpea algo. Me acerco, muy despacio. Ante mi aparecen hormigas. Unas cargando tierra y piedras con las antenas, otra hojas entre las pinzas de sus bocas, otras parecen llevar oro en su lomos, otras más plata, otras hierro y unas pocas algunos diminutos maderos.
Avanzo, ellas no me hacen caso.
– ¡La Hormiga Los ya apareció! –dijo una.
–Estaba oculta en la alacena, comiendo –dijo otra en tono burlón.
– ¡No esperaba otra cosa, míranos a nosotros, matándonos mientras él se llena la barriga!
Me intereso de lo que hablan, trato de hablarles pero siguen adelante y desaparecen en otro túnel.
Llego a una sala, allí hay hormigas secretarias me teclean y veo frente a ellas a otras hormigas que cargan semillas:
–Sí, son tres semillas de girasol –dice una de las hormigas secretarias y contadoras.
–P… pero, señora, mire usted bien, son cuatro –dice la hormiga frente a ella.
–Es que “esa” está podrida y los productos en tales condiciones no entran a los registros, el siguiente –pasa otra hormiga que entrega cuatro semillas. –Cuatro, bien pase… allí le pagarán.
– ¡Gracias! –dice la hormiga.
– ¡Siguiente! –dice la hormiga contadora y secretaria.
Delante hay una puerta roja, me acerco y la abro... aparece de nuevo aquel sonido de golpes.
–Disculpe –digo -¿Esta puerta a dónde conduce?
La hormiga contadora y secretaria me mira ceñuda.
– ¡No trae semillas!, ¡Entonces por que me hace perder mi tiempo! ¡Siguiente!
No insisto y traspaso el umbral. Antes de desaparecer en ese pasillo logro escuchar:
– ¡Las hormigas holgazanas no hacen más que hacer perder el tiempo a los trabajadores!
Ese pasillo es diferente, las paredes están tapizadas con oro y cuarzo.
El pasillo es largo y después de unos minutos veo algo… es una puerta dorada. Entro por ella.
¡Ante mí la fábrica de hormigas!, allá estaba la Reina, conectada a una máquina sin precedente, y expulsaba a los vástagos, donde éstos eran trasportados por una cinta móvil o cinta trasportadora, más allá hay cientos de hormigas que recogen a las larvas y las meten en aquellos recovecos de forma pentagonal. Otra cintra trasportadora lleva comida a la boca insaciable de la reina. Varios zánganos se pelean por montar sobre la Reina, se obstruyen unos a otros.
– ¡Dejen de pelear que no debemos perder tiempo! –Dijo la voz potente de la Reina -¡Tú, el de allí!
–Yo señora –dice uno de los zánganos.
– ¡Tú no, idiota, el otro!
– ¡Yo! –dice otra hormiga.
– ¡Sí, tú! –dice la Reina un poco irritada.
Me acerco a la Reina. Ella me mira, tiene algo en la boca, es un fragmento de semilla.
– ¿Quién eres? –Pregunta.
–Soy… yo.
– ¡Tu nombre, rápido! ¡Que no tengo todo el tiempo del mundo!
Las palabras se atoran en la garganta (si es que tengo, claro).
–Gabriel… -por fin sale mi nombre.
– ¡Pero que nombre es ese! –Dice burlona -¡Ese no es nombre de una Hormiga! –Ríe, y todos ríen con ella.
–Es que no soy una Hormiga, soy un niño que imagina que es una hormiga.
–Jajaja, -se ríe la Reina –Es más posible que seas una hormiga que sueña que es un niño, no te parece, además pareces ocioso, mírate, tienes antenas, tienes dos grandes ojos, seis patas delgadas y un cuerpo pequeño y un trasero enorme, no lo ves, eres una hormiga ¡Rápido, ponte a trabajar!
–¡¿En qué?! –digo apesadumbrado.
– ¡Maldito flojo!, ¡Guardias, guardias!
Aparecen hormigas soldados, me sujetan y amenazan con sus lanzas.
–Diga, Reina, Señora de las Tierras del Parque Jazmín –dice una de las hormigas con tono ceremonioso.
– ¡Lleven a éste junto a la Hormiga Los, que lo encierren, que lo pongan a trabajar en lo más difícil!
Me sujetan, ¡Me llevan! ¡Me arrastran!
– ¡TE ENCONTRÉ! –Dice una voz, abro los ojos, es ella, Angélica quien me ha encontrado.
– ¡No me lo vas a creer, tuve la visión más rara del mundo!
Salí del arbusto y sacudí el polvo de mis pantalones.
|