No es fácil vivir ahí y vivir aquí,
estar "destinada a" y simplemente dejarse llevar sin destinación,
Llenar la cabeza de fuego y rebozar el corazón en lágrimas.

Esperar lo que sabes que no va a llegar y es nocivo, aunque creas que puede ser bueno
y al mismo tiempo huir del alcance de lo que estás segura de que será felicidad y no lo es.

Dar pasos de lado por miedo a la inclinación de las puntas de tus pies,
la boca sufre contra el suelo y sabes que el oído es más fuerte.

Y decides estrechar tu mano derecha a tu mano izquierda aun temiendo que ella misma pueda decepcionarte.

No es fácil sentir que no dejas de hacerlo y quieres parar.
Sientes, sientes y no quieres,
intentas que el nudo de tu garganta poco a poco se deshaga de tus sentimientos,
y no lo consigues.

Es así cuando te propones un reto, tu reto:
Dejar de sentir, ni calamidad ni felicidad,
sin sentimientos pero con sentido,
vivir por o para,
Dejar de notar como tus latidos resquebrajan las yemas de tus dedos,
la humedad de tu cuerpo...

Y para empezar, te acurrucas en la esquina que forma los pies de tu cama con la pared y piensas:
ya pasará algo,
aquí estás a salvo.