Hombre y perro caminaban rumbo a una interesante transacción. Ernesto vendería a Fito en un muy buen precio. Siempre supo que ganaría bastante después de un entrenamiento acucioso.
Ambos se miraron con ternura. Después de todo, en este breve periodo, habían aprendido a quererse el uno al otro. Pero, los negocios eran los negocios.
Fue cosa de minutos, Ernesto saludó al comprador, miró por última vez a Fido y se despidieron disimulando la nostalgia. Con un además resuelto, Ernesto entregó a Fido a su nuevo dueño y recibió el dinero.
El perro iba feliz con el turro de billetes en su hocico. Su pena, ya se había desvanecido por completo…
Texto agregado el 04-04-2010, y leído por 234
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