Esta noche, con mi musa ausente, mis pensamientos vuelan, y me permiten reflexionar un poco respecto a mi vida, a mis sentimientos.
En el corto pero afanado trayecto de existencia que tengo en mi haber, viví de todo un poco, algo de alegrías, felicidad, risas, pero también de dolor, desasosiego y llanto.
Hoy, miro atrás con la calma del presente, recordando los torbellinos de mi vida. Veo desde mi espacio seguro, como iniciaba mis pasos en la vida, como me introduje hace ya algún tiempo en las arenas movedizas del amor.
Recuerdo en mi niñez, como se sentía ese amor infantil, inocente, desprovisto de dolor, con la felicidad de ir de la mano con ese “amiguito” con el que jugaba de niña.
Ya en mi adolescencia, conocí lo que significaba el desamor, al enamorarme de ese amigo que jamás sería más que eso; recuerdo, hoy riendo, como me parecía una agonía el estar enamorada sola, y sin decirle una sola palabra respecto a mi sentir.
Después, ya un poco menos niña, conocí el amor, ese intenso, que arrasa con todo a su paso. Ese amor que nos funde el alma, que borra la cordura, y extingue la lógica, de la mano de un ser tan especial que supo, aunque por corto tiempo, hacerme muy feliz, a pesar de la distancia, de la diferencia de edades y de la oposición de cualquiera que nos rodeara. Amor, que después, por el destino y las cobardías, terminó (hoy comprendo que era lo mejor) y me costó muchísimo superar.
Luego, conocí un amor diferente, sosegado, lleno de cordura, de calma, de paciencia, que trajo consigo el conocimiento propio y de ese otro, que formó un lazo irrompible. Ese amor más maduro, que pensé sería el “último amor”, terminó siendo otra historia triste, cuando en el camino cada uno deseaba rumbos diferentes, cuando la desconfianza se hizo casa entre los dos, porque los hombres no saben decir NO, porque algunos no saben apreciar la felicidad entre sus manos, y la despilfarran por un instante de pasión. Así, ese amor tan maduro, fue muriendo desde su raíz, hasta secarse por completo.
Son momentos que no olvidaré, así como no olvidaré aquella caída de mis patines que me dejó una marca en el brazo, o esa etapa en la que en casa todo era discusión. Momentos como cuando recibí en mi mano ese titulo por el que tanto luché, o cuando vi suplicar con lágrimas en los ojos a mis amigos que no me fuera.
Son marcas, que vamos guardando en ese diario que llamamos vida, y que nos van forjando lo que somos en el presente.
Hoy, desde este punto de mi vida, miro atrás, y agradezco cada momento, cada sonrisa, cada amor y desamor, y cada dolor que me causaron. Agradezco ese “no” que recibí hace poco y que creí me partía el alma, pero que me hizo reinventarme. Hoy, enamorada de la vida y del amor, tengo un nuevo camino trazado, tengo una mano que me espera en un futuro, para seguir juntos un nuevo rumbo, tengo un corazón que palpita acelerado, a pesar de sus suturas y sus miedos, por ese ser que vino como lluvia fresca a mojar mi vida de esperanza. Hoy, en medio del pasado y del futuro, a la espera de un momento definitivo, y aunque signifique arriesgarme de nuevo, me declaro enamorada…
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