Sara, es el tipo de abuela que todos ven y que nadie ve. Es la señora clásica que sale a comprar el pan, todos los días, a la misma hora y que por culpa de su alzheimer, no recuerda a cuántas personas saludó en su paso.

Sara, es el tipo de mujeres que se sacó la mierda trabajando para luchar por sus hijos, que sacaron con mucho orgullo, la enseñanza básica, aún cuando en esos tiempos, el sólo hecho de poder leer y escribir, ya era un lujo.

Sara, es la señora que en su familia, pierde el control de todo y todos, por lo que se desquita con la mascota, agarrándola a escobazos si no le hace caso y dándole órdenes, cual general dirije su ejército.

Sara, es el tipo de mujeres que se casó sin enamorarse y que se dio cuenta de que fue afortunada al toparse con un hombre tan bueno en su vida, pero que se dio cuenta demasiado tarde como para retribuírselo.

Sara, es el tipo de mujeres que llegó a la menopausia sin tomar hormonas y que perdió el derecho y la felicidad de poder tener sexo por placer y no por hacer feliz al marido, a quien ya se le acabó el apetito sexual, y su herramienta, claramente, ya no funciona como antes.

Sara, es el tipo de mujeres que tiene una casa pequeña, en un terreno gigante, donde tiene un montón de plantas para regar todo el tiempo, ya que no tiene mayores ocupaciones en la vida, que el hecho de ser un ser casi inerte, sin propiedad, poder ni voluntad.

Sara, es la hoja en el viento que se mueve sin control, que no sabe por qué sigue en el mundo, que se queja porque le duelen los riñones y que cada vez que la invitan a salir, culpa a la cistitis para que no la lleven lejos de su guarida, casa ancestral que la hace sentir segura entre sus cuatro paredes.

Sara, es la mujer que recuerda las historias de maldades de su padre, que en realidad no era su padre, sino el hermano de su padre, un huaso clásico chileno que le gustaba hacerle maldades a la esposa. Era el estereotipo de hombre que le levantaba la falda a la mujer y le robaba la comida desde el plato, culpando a cualquier otra persona.

Sara, es la abuela que todos quisieran tener, pero que si la tuvieran, nadie la quisiera tener. Sara, es mi abuela y, aunque todos los domingos me cuente las mismas historias de las mismas personas, casi como una rutina, escucho sus lamentos de soledad, en las que su único consuelo, son mis visitas y mis abrazos, que se acaban al momento en que le digo "¡Pórtese bien!" y ella con su cariño de siempre, me recuerda "Usted también".