Inicio / Cuenteros Locales / sendero / Trabajando después de la media noche
Casi es la media noche y las cuentas no ajustan. Me falta abrir y leer correspondencia que llegó del Ministerio de Hacienda. Mi espalda pide algo blando. ¡El calor es desesperante! Los abanicos no son suficientes. Abriré la ventana y levantaré un poco la cortina metálica para que corra aire fresco. A esta hora la gente se retira a sus casas y la calle, poco a poco, se deshabita. Soy contador, superviso los estados financieros y hago el cálculo del tributo que el comerciante pagará al estado.
Tener trato para atender a los jefes de las dependencias, a los empleados que agilizan los trámites y a quienes nos contratan, es un trabajo arduo que exige ser discreto.
Miraré la correspondencia, uno nunca sabe qué vendrá. El estilete para abrir cartas lo guardo en la bolsa de mi camisa... si lo dejara en el escritorio, desaparecería en el río de papeles.
Veamos, esta es del diario de la federación dónde manifiestan un cambio en la norma 00325. Para fortuna mía, se refiere a las iglesias. Mis cincuenta años ya golpean. Ahora comprendo lo que el viejo tuvo que trabajar para comprar este espacio. ¡Me lo dejó de herencia! A los sesenta seguía con la fabricación manual de zapatos. Es un local que está en el subsuelo de un edificio de principios del siglo XX que, con el paso del tiempo, ha quedado en el primer cuadro de la ciudad.
Escucho el paso presuroso de la gente. El sonido de la sirena en la lejanía.
Abrazo la cintura con las manos tratando de que el dolor disminuya; pero no, se hizo cruel. Decido reposar en el sofá –que dispongo para mis clientes–, me digo que sólo será un momento. Boca abajo y levantando un poco la testa es como mejor descanso. En dicha posición mis ojos pueden mirar hacia la calle y ver el paso de las personas que transitan...
Ocho días después despierto sobresaltado en la cama de un hospital. Una luz mortecina sale de una lámpara que está sobre el buró. Mi esposa duerme profundamente en una poltrona acojinada. Yo trato de ubicarme mentalmente. ¿Cómo es que llegué a este lugar?
Recordé que, en el momento de sumergirme en el sueño, había visto, borrosamente, las zapatillas de una mujer, y después el ruido de su cuerpo recargado parcialmente contra la entrada. Al mirar sus piernas torneadas vi que una mano alzaba su falda. Ella respondía con suspiros entrecortados y gemidos. En un instante, el individuo levantó la cortina y, agachados, se introdujeron en mi local. Retozaban sobre la vieja alfombra, sin percatarse de mi presencia. Con la blusa abierta, él destrabó el sostenedor y acercando los pezones al centro los succionaba a la vez. Ella, en silencio, metía sus dedos entre la abundante cabellera. Me quedé estupefacto cuando él sacó un delgado puñal que hundió de un golpe por debajo del pezón izquierdo.
–¡Estúpida, mil veces estúpida! –le gritaba–. A mí no me engañas. ¿Acaso crees que no me daría cuenta de que tú y el dueño de este sitio tienen amores?
Después de esa exclamación de odio, sacó el puñal del pecho y se abalanzó sobre mí; cuando me daba vuelta para enfrentarlo, parte de la luz cayó sobre su rostro y, con sorpresa, comprobé que se trataba de una mujer. Fue lo último que divisé antes de sentir la punta acerada en mi carne y la sangre que se deslizaba humedeciendo mis ropas.
La llegada del médico a la sala interrumpió mis pensamientos.
–Le daré el alta –dijo luego de revisarme, y agregó, antes de salir– pero no me explico su estado de inconsciencia, ya que la herida no interesó ninguna zona vital.
Tampoco comprendió la tensión muscular en la expresión de mi cara y la crispación de mis manos cuando le pregunté por el cadáver de la mujer.
–¿Cuál mujer, cuál cadáver? –contestó tartamudeando.
–La que mataron frente a mí.
–¿Se siente bien? No había ningún cadáver, usted estaba solo, tirado sobre un sillón, boca abajo, con parte del estilete clavado muy cerca de la arteria axilar. ¡No había nadie más! –y se retiró negando con la cabeza.
Me quedé abrumado.
–Seguramente aluciné –atiné a decir.
Una semana después, cuando estaban remodelando el despacho, ordené que quitaran el piso de madera para cambiarlo por cerámica. El obrero encontró un pequeño puñal, fino, largo, que parecía de juguete. Miró en forma furtiva a ambos lados y, sigilosamente, lo escondió debajo de sus ropas.
Yo bajé la mirada y preferí callar.
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Texto agregado el 24-06-2004, y leído por 578
visitantes. (17 votos)
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Lectores Opinan |
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18-09-2008 |
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Un policial sende! No te privas de nada!
Me dejaste sin aliento... flop |
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21-02-2008 |
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wooow! que relato! no no me quedo con dudas ud. es genial! luzyalegria |
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16-08-2004 |
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Que puedo decirle a un maestro?? betthy26 |
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22-07-2004 |
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Todo un cuenta cuentos...
Me pusiste con el alma en la mano con un crimen, pasaste a lo sensual, luego otra vez el misterio y cuando creo que todo acaba como lo imagino, resulta un final inesperado!!!
Eso...es cuento!
un besototote y un abrazote.
Gloria nito |
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04-07-2004 |
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Interesante personaje semiconciente. Muy entretenido, te felicito. libelula |
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27-06-2004 |
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Trabajo en la media noche ya es una pesadilla, si tomamos en cuenta que un día laboral cualquiera comienza a las seis de la mañana, describes tan bien las situaciones que me dolió la cintura y traté de acomodarme, me sugestionaste, los cambios de acciones y lugares son rápidos, sensación de pesadilla y realidad, un , estilete en un bolsillo, una pareja que intima ante tus propios ojos y se produce un crimen doble. Cambio de escenario, estás en el hospital, una leve herida no justifica la cantidad de días inconciente y luego el robo de un pequeño estilete, que no reclamas, lo dejas ir. Si separas las escenas pareciera ser que nada tiene que ver con nada, pero tu texto avanza y avanza ágilmente, por las imágenes entrelazándolas para hacer un todo, en un cuento de fantasía, de cansancio, más vale decir de agotamiento físico. Te felicito Rubén has logrado un excelente resultado con personajes diversos y casi diría, inmezclables. Eres puro talento y creatividad, mis estrellas y mi reconocimiento. Ignacia |
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27-06-2004 |
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Magnífico, el relato es de lo más ágil, apenas se sienten los cambios de lugar, ¿sueño, realidad? me quedo con ese ritmo que te hace releer con los ojos como platos, sin perder detalle. Excelente amigo, cada dia eres mas grande. Un abrazo burbuja |
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27-06-2004 |
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Buenisimo digno de una de mis pesadillas te felicito por la agilidad de tu pluma que mantiene la vista clavada en cada letra y cada pensamiento y en el estilete misterioso,muy bien.
Feliocidades. gatelgto |
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26-06-2004 |
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Rubén: he vuelto sobre este texto que anoche me impactó. Y hoy me sucede lo mismo. No solamente por la forma en que está escrito, pulida por cierto, sino por los caminos que nos llevas. Me sortprende la potencia de tu imaginación, para retratar, como una pintura, unapartecita de la condición humana. Gracias por el cuento. Máximo islero-sapo |
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25-06-2004 |
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Eres un escritor Ruben, cruzas perfectamente del argumento inicial al mundo onírico, cargando de sensualidad el cuento ¿Serán esos frutos dulces afrodisiacos de la casita? Besos maravillas |
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25-06-2004 |
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excelente cuento, tiene unas variaciones que atrapan de punta a punta, mis 5*
un saludo india |
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25-06-2004 |
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Buen cuento y muy bien contado. Mis felicitaciones. Un saludo. SOL-O-LUNA |
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25-06-2004 |
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Me he quedado alucinando con tu relato, además me pegas unos cambios que me dejas tirado, primero introduces y me metes en tu ambiente laboral tan normal, luego lo de la escenita sexual que INterrumpes para cargarte a una, y luego el ataque y al final eso del puñal que coge el ladronzuelo del albañil...la verdad, de sorpresa en sorpresa, buenísimo el texto!! y como siempre más que entretenido! Abrazos! LoboAzul |
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25-06-2004 |
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que buen texto caramba...y yo que me lo estaba perdiendo. genial, entretenido y sobre todo que te atrapa!!! realmente muy muy bueno, besos. lorenap |
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25-06-2004 |
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¡¡¡ Estupendo !!! Un cuento para leer una y otra vez. Te atrapa en su narraciòn, y en el misterio de esos sueños que alborotan la mente y la realidad. Escrito con la calidad que te distinge. Humildemente mis*sssss, y un abrazo fraterno, querido Ruben. shou |
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