Gente de rostro inerte,
en piloto automático,
sus dos neuronas
encasquetadas
muy firmemente,
sobre la testa
llevan el ipod,
suenan lo suyo
sin que se entere
nada ni nadie
por qué menea
cabeza y cuerpo
de piel morena
ese hombre alto
del maletín,
por qué sonríen
ojos en blanco
esa coreana
y aquellos yanquis
del Medio Oeste,
viajando en trenes,
filas compactas,
llevan los ipod,
auriculares
encasquetados,
suenan distintos
pero es lo mismo
que el repetido
eslogan nuevo,
pero es el mismo
rostro pecoso,
dice el mensaje
“por más que hables,
por más que existas
por más que expreses
tu pensamiento,
por más que digas
lo que tú sientes,
tú no eres nada
vos no sos nadie,
y sin decirlo
yo sí lo pienso,
y cual piltrafa
te arrojaré,
al desván grande
de los descartes,
tú me molestas,
vos no sos yo,
por eso ahora
pongo muy alto
música de esa
que me va a mí,
al mismo tiempo
saco del bolso
una revista
de actualidad,
y es muy probable
que en dos minutos
me cuelgue pronto
del celular,
éste es mi mundo,
no me interesan
tus opiniones,
me importa
un corno
lo que pensás,
y tus ideas
me dan lo mismo
o me dan rabia,
lo mismo da,
quizás un día,
yo sin pensarlo
pueda aplastarte
y sin empleo
verte marchar,
quizás un día
me canse verte,
y el alquiler
de tu choza urbana
impunemente
pueda subir,
con esa idea
río contento,
cambio tonada,
bajo del tren”,
mientras el ipod
sigue sonando
rompen las filas
tan pronto salen
de la estación,
a sus despachos
de prisa marchan,
son un enjambre,
todos primero
quieren llegar,
y sólo es uno
el que siempre llega,
siempre distinto
del anterior,
juegan un juego
siempre distinto,
no muy distinto
del día anterior,
juegan un juego
tan repetido,
que nunca nadie
pudo ganar.
© Eytán Lasca-Szalit, marzo de 2010 (actualización de Walkman, mayo de 1990).
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