El frío entumece la cara de los presentes. Las calles están vivas de tantos uniformados corriendo, como locomotoras por el vaho saliendo de sus bocas. Dentro de todo este caos, un hombre permanece en el centro, estrangulando su bastón con una mano, mientras que empuña la otra y la alza en el aire, rojo del cólera. Los gritos marcan las venas de su cuello y su frente.

¡Amontonen los libros y prendanles fuego!
Traigan abajo lo edificado en los últimos 7 meses,
no mas posters de "Vivez la liberté", fomentan la hipocresía.

Traigan de vuelta los cigarrillos y la prostitución,
traigan de vuelta el recuerdo y la depresión,
esta noche cenamos nostalgia,
esta noche cenamos nostalgia y esperanza,
esta noche... esta noche...
- rechina sus dientes y no puede articular más-

Tiren los cuadros, destruyan la música,
quemen los teatros y quemen los arcos,
traigan abajo los murales y los ideales.

Tumben las puertas de la iglesia,
quiero sera una sinfonía de vitrales rotos,
-toca su pecho fuertemente- ¡Rápido demonios!

¡Que caiga la plaza! ¡Que caiga la maldita plaza!
Lugar maldito de vanidosas memorias;
te cogen y te olvidan,
se escurren por de entre tus dedos,
y escapan por la alcantarilla.

Desmantelen escuelas,
saqueen negocios y hogares,
quiero el esfuerzo de cada hombre humillado frente a sus ojos,
quiero que se queden con ese inconsolable sabor de boca,
de desolación.

Quiero... Quiero...
- estalla en llanto, y sollozando balbucea-
quiero poder....
- alcanza a decir antes de caer desplomado sobre sus rodillas.

El segundo al mando, toma al viejo y lo recarga sobre uno de los pilares del palacio de gobierno. Con sus enormes manos tomando las solapas condecoradas de su superior.

Solo Dios sabe lo que hemos visto - le reclama el el segundo al mando, su mano derecha-, lo que hemos vivido e implorando su perdón, lo que hemos hecho. Somos el producto de una producción en serie con un solo mandato: "Obedecer". Jamas dudaría una sola palabra de lo que tu me dijeras, jamas he cuestionado una sola orden que me has dado, ¡Jamas!. No dudaría en poner mi vida y la del resto de mis hombres en tus manos, siempre obedeceré cada una de tus ordenes sin cuestionarlas, no miro atrás, ni te hecho cargar con ninguna cruz que no sea la tuya, pero si tu vas a hacerme cargar esta, tengo que saber... no te los estoy preguntando como tu subordinado, no te lo pregunto ni siquiera como un militar... te lo pregunto como tu amigo, te lo pregunto como ser humano. Así que dime, antes de traer abajo esta ciudad, antes de verla quemar hasta sus cimientos, dime... tengo que saberlo.

¿Que razón hay detrás del estrago que estamos por causar?

Las guerras no se pelean por ideologías, amigo mio -le responde el General-, los hombres somos animales, meros animales en una estampida. Las razones se esfuman como las palabras, las razones son excusas para los sentimientos, y los sentimientos son lo mas básico de nuestra humanidad.

¡Responde ya! -le reclama desesperado el otro-

¡La vi! ¡La he visto! Es feliz ahora, lo pude saber por el destello de sus ojos... amigo mio, la he perdido, la he perdido para siempre.