Ramiro apuntaba el cañón de su Glock sobre la cabeza de Pedro.
Pedro estaba desnudo en la orilla de la cama y le susurraba bajito a Ramiro- quedate tranquilo hermano, no hagas locuras.
Desde la cama completamente desnuda y paralizada por el miedo Catalina solo atinaba a decir –para mi amor, no significa nada. Por favor cálmate.
Ramiro no escuchaba. Tenia su Glock sobre la frente de Pedro y todos sus nervios se concentraban tensos desde el brazo al dedo. Una frialdad contrastante con la oscuridad y el calor del ambiente se desprendía de sus ojos. Ramiro gatillo la Glock y un seco ruido metálico, un clac sonoro, desato los gritos histéricos de Catalina y provoco que Pedro se meara.
Catalina se abalanzo como loca obligando a Ramiro a apuntarla.
–Quieta puta.
-Pero Ramiro como me llamas así, por favor reacciona.
-Tenes razón yegua. Y Ramiro fríamente le disparo un tiro al medio del pecho. Por la fuerza y cercanía del impacto, desde el pie al centro de la cama, el cuerpo de Catalina golpeo con violencia contra la pared, deslizándose lentamente hasta las almohadas mientras chorros de sangre regaban todas las sabanas y un hilo bajaba las blancas tetas de Catalina y la abundante pelambre de su concha.
Pedro se largo a llorar. A lo que Ramiro respondió con un culatazo en la cabeza.
–¿Así que lloras por esa puta?. Ahora cojetela sino queres que te vuele ya mismo los sesos.
-Cómo? Balbuceo Pedro.
-Que te la cojas, mierda. Y puso el frío caño de la Glock entre los ojos de Pedro.
Pedro se levanto temblequeante y se acerco al cuerpo inerte de Catalina.
–Chupale la concha, ordeno Ramiro. Y Pedro se arrastro hacia allí abajo y le empezó a lamer la concha aún empapada de sangre, flujo y semen. Lagrimas densas de sangre surcaban las mejillas de Pedro mientras su pija empezaba a pararse.
-Bien veo que hasta muertita te gusta ponérsela a esta perra. Métesela.
Y Pedro atrajo el cuerpo de Catalina hacia el y se la puso y empezó a bombear despacio y suave y cada vez más fuerte, y, encastrado en tripas y sangre, cada vez más violento lanzando gemidos de macho en celo. Acabo. Saco su miembro aún duro de adentro de Catalina, se dio vuelta, miro con ternura a los ojos de Ramiro y le dijo –Te amo.
-Yo también dijo Ramiro. Pero la próxima vez que te tomes toda la merca con una puta, te vuelo las pelotas. Y con la punta de su lengua, limpio la verga de Pedro manchada de sangre y semen.
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