No era un lugar lúgubre, era un lugar de tono azul y lila, con una pequeña ventana, que tristemente no daba a la luz, sino que a otra muralla.
Era un lugar en donde ella al principio sonreía, tras la satisfacción de haber encontrado al fin, lo que decía era “la máxima felicidad”.
No era un lugar lúgubre, aún así la hacía llorar ¿sería la ventana? ella bien sabía que no, los noventa días de lágrimas fueron por la pérdida de esa “máxima felicidad”.
Lo miró y le dijo que había llorado noventa días por él, y él... no le creyó; no le dijo que fueron exactamente noventa días de lágrimas, porque nunca supo cuántos días fueron, pero tiene claro que más de ochenta y nueve, y que fueron más de tres meses y que fue poco menos de un semestre.
Lo miró y le dijo que extrañaba tanto esa “máxima felicidad” y que se sentía culpable al nivel de llorar noventa días, y él...no le creyó.
¡Él no tuvo la experiencia de llorar noventa días! por eso no creyó, tal vez no se valoró para creer que una mujer lo lloraría noventa días ¿acaso “antes” y durante” ella no le mostró cuánto lo quería (¿hablar de cantidad en querer?)?.
¿Y de qué le vale a ella que él le creyera? ¿acaso con eso él secaría sus lágrimas y la haría sonreír?.
¿Y de que le hubiese valido a ella , el haber inventado noventa días de lágrimas? digamos que no es muy digno confesárselo al motivo de las lágrimas ¿o sí?.
Ella supone que muchos han llorado noventa días por amor, y cien, y mil ... y años...
Ella bien sabe que no lloró noventa días, porque ... ¿ acaso sólo se llora cuando caen lágrimas?
Las lágrimas son de “alivio”, el estadillo cuando la tristeza ha llegado a su clímax, pero el llanto de el alma estalla sin aliviar... no rompe al exterior. Ella declara que fuera de los noventa días de lágrimas, hubo llanto del alma... ¡¡¿acaso sólo se llora cuando caen lágrimas?!!.
Ella agradece haber estado durante esos noventa días, en el lugar de todo lila y azul, para así llorar lejos de su gente. Ella agradece a esa ventana que daba a la muralla, para así llorar en la oscuridad, sin desmerecer a la luz. |