La higuera
Juan alias “el Figa” (el higo), era el perfecto perfil de su alias, por
eso se lo pusieron. Popularmente en el pueblo “un figa” era sinónimo
de persona desangelada, ignorante, poco despierta. A todo esto, le sumaba
Juan, una mente enrevesada, de instintos brutales, era lo que la gente
llama “un mal bicho”.
Marieta, era muy joven cuando conoció a Juan. Era la bondad
personificada, un poco lerda, eso si. Físicamente, mejor no
comentar. Pero su carácter hacia que todos la quisieran, sobre todo
su padre.
Ramonet, enviudó cuando nació Marieta. Era agricultor.
Introvertido, serio, leal, honesto. Respetado por todos sus conciudadanos.
Marieta se enamoró perdidamente del Figa. A pesar de los
comentarios negativos de su padre y de todos aquellos bienintencionados que
le dieron datos y explicaciones peyorativas del personaje. Nada
valió. Como se dice, cayó en sus brazos.
Por supuesto el Figa ni la quería ni la deseaba, pero su padre
tenía tierras y ella era hija única. Buen partido. Seguro que
sumisa como un perro – pensaba él.
Se casaron rápidamente, pues ya se encargó el Figa de
preñarla convenientemente. Fue casarse y empezaron los malos tratos.
Insultos, bofetadas, gritos, golpes. Marieta resignada, a nadie contaba
nada y al que menos a su padre. Nació una niña y ese fue su
consuelo. A ella se dedicó en cuerpo y alma. El Figa a lo suyo. A su
hija ni la miraba. Total era una hembra. Era un machista empedernido. Un
lujo de tío.
Un mal día, el Figa llegó a casa o más bebido o
más encabronado con la vida que otras veces. La emprendió a
gritos y golpes con Marieta. Ella como siempre, solo lloraba y como
él necesitaba mas bronca, la emprendió con la niña,
pues sabia que a Marieta eso la molestaría más. Agarró
a la niña pegándole un fuerte bofetón en su
pequeña carita. Marieta dio un grito y como una leona le quito la
niña. Corriendo salió de casa.
-¡Cómo no me has contado lo que te hacia ese mal nacido! –se
explayaba Ramonet ante su hija.
-¡Pero mira lo que le ha hecho a la niña!. Esto se va a
acabar. Ya lo arreglo yo.
Al Figa ya no se le vio más desde ese día.
Desapareció. Marieta fue feliz criando a la niña, nunca lo
hecho de menos. Llegó la paz.
Cuándo le preguntaban a Ramonet sus vecinos ¿Dónde
esta el Figa?
El siempre contestaba con un refrán:
-No hay mal pájaro que siempre vuele.
Mas o menos por las fechas de la desaparición del Figa, Ramonet
había plantado en uno de sus mejores campos una higuera, que
crecía frondosa. Sus frutos, los higos, no los habían
mejores.
Cuando llegaba el calor, Ramonet invariablemente se sentaba debajo de la
sombra de la higuera, recostándose en su tronco. Cerraba los ojos y
musitaba un refrán:
-No hay mal que por bien no venga.
Una sonrisa iluminaba su cara. ¿En que estaría pensando?
|