Tenía que suceder. ¡Tarde o temprano iba a suceder!... y pasó más temprano que tarde, aunque tampoco la culpo, ella es bastante frágil y se que mi recuerdo llegó a poblar su mente, empezó a torturarle la culpa de haberme terminado, casi estoy seguro que llegaron, confundidas con el viento, voces mías que susurraban en su oído, esas dulces palabras que en otras noches solía repetirle… ella es frágil, no la culpo. Y al saberse sola en su lecho, ausente de amor y de pasión, de esa pasión febril que derrochaba, como un toro enardecido, debió sentirse miserable y sola. ¡Ay del dolor! ¡Ay del arrepentimiento! ¡El pecho del amor tan lastimado!... ella es frágil, tenía que hacerlo. Me buscó, insistió mucho en siquiera hablar conmigo, pero yo suelo ser tajante. Ella me dejó, ella se lo buscó. Y viéndola así, tan minúscula, arrastrándose por mi amor, me ha iluminado la razón y se que una mujer tan poca cosa, no vale la pena; lo supe hoy, más que nunca, cuando oí su voz llorosa y deteriorada en el teléfono, amenazando y a la vez suplicando… que desesperación. No, no me merezco una mujer así.
Tome a su madre aun amordazada y la acomode en un saquillo, me vine lejos, donde no pueda encontrarme.