Era navidad en un pueblo absolutamente extraño y alejado de toda civilización circundante, sin embargo, tremendamente adelantado y urbanizado. Y todos estaban planeando una salida a la casa de algún amigo, pariente o simplemente algo que hacer. 24 de Diciembre y comprando regalos a última hora, las tiendas todavía estaban llenas. Todos apurados, corriendo desenfrenados, ya sea en auto o caminando por los pasillos de algún Mall, y algunos sin rumbo fijo andaban acelerados porque veían a los demás y no podía evitar sentirse agitados para luego, cuando llegara la noche, poder sentarse tranquilamente con la familia a disfrutar de una exquisita cena y alegrarse con los regalos.
Como era un pueblo chico, tenían tradiciones excepcionales tales como que los niños fueran los últimos en entregar su regalo a los padres, que al perro se le vistiera de viejito pascuero, que cada casa tuviera un pesebre gigante en el patio delantero, hecho por la misma familia. La tarde ya estaba cayendo y los niños seguían jugando alegremente en la plaza central. De repente uno dice: "mire arriba, es el viejito pascuero". Todos miraron y no vieron nada, entonces lo tildaron de tonto y de loco. Así que el niño se enfureció y dijo: "es cierto, yo lo vi, me crean o no. Y es más, anoche soñé que teníamos una conversación", los chicos fascinados por el sueño le pidieron que lo contara entero. "Está bien - dijo el chico -, resulta que anoche antes de acostarme, recé y pedí porque me dieran el mejor regalo del mundo, tan fuerte como mi papá, que tuviera la belleza de mi mamá, que sea tan grande como el mar y tan alto como una montaña. Más tarde me quedé dormido y en verdad no se bien si fue un sueño o realidad, pero sentí que alguien entró a mi pieza, tenía miedo así que me escondí debajo de la sábana y miré de reojo, estaba intentand mirar quién venía y pude ver la silueta de alguien gordo, con un gran traje, asustado pero intrigado pregunté:
- ¿Quién anda ahí?
- Shhh no te asustes, soy yo - dijo el hombre mientras prendía una vela - supe de lo que pediste.
- Viejito! pero qué haces aquí!
- Vengo a darte el regalo que pediste, y es tan fuerte como tu padre y tan bella como tu madre, igual de grande que un océano e incluso más alto que una montaña.
- Pero ¿que puede ser tan grande? ¿una foto del mundo? jaja.
- Jaja, no, sino algo más grande, pero para que se cumpla el deseo debes hacer algo.
- ¿Y por qué? yo quiero mi regalo y listo.
- Lo comprenderás mañana por la noche, por hoy, si quieres recibir tu regalo debes hacer lo que te voy a pedir.
Mirando al vacío estaba el chico y relatando la conversación cuando uno de los amigos le interrumpió diciendo: “¿es muy larga? es que aunque esté entretenida ya se está haciendo tarde y no me queda mucho tiempo en la calle”. A eso se agregaron varias voces que decían “¡y yo, y yo!” así es que el chico dijo “bueno, entonces para hacerla corta les diré lo que me pidió – y al cabo de tres minutos concluyó diciendo – y para eso necesito la ayuda de ustedes, ¿están dispuestos?” – “Sí! Me parece una buena idea! Y a mi también! Y a mi, y a mi!” dijeron todos. Así quedaron de acuerdo en eso. En cosa de pocos minutos estaban todos los amigos comunicándose con los demás niños del pueblito. Ya en la casa, cada niño mostraba a sus padres una invitación a un cumpleaños, al que ellos también estaban invitados. La carta decía “Invitación para: toda la familia. Lugar: en tu corazón.”. Las mamás los papás que lo leyeron preguntaron que de donde habían sacado esa invitación por un lado tan elegante y por otro, ridícula y extraña. Quién iría a un cumpleaños el día de Navidad y además… ¡qué significaba eso de en tu corazón! Seguramente debe ser una broma de alguien graciosito, deja eso ya. Además, no conozco a nadie que esté de cumpleaños hoy. Deja las jugarretas y anda a bañarte que ya es tarde y todavía no termino de preparar las cosas. Ah! Y aunque no fuera una broma, no te dejaría ir, hoy es Navidad y quiero que lo pasemos en familia, dijeron varios de los mayores.
Llegó la noche y las familias estaban reunidas alrededor de la mesa ya comiendo y comentando sobre lo ajetreado que había sido el día y el calor que había hecho y la gente corriendo de un lado para otro… Pasaron las doce de la noche y ya era 25. Se abrieron los regalos y los niños estaban felices con los trenes eléctricos, los juegos de consola, discos de música, muñecas, autos a control remoto, chocolates y dulces, ropa y muchas otras cosas más. Continuando con la tradición original de ese pueblito, ahora les tocaba a los niños darles el regalo a los padres. Los adultos estaban felices con los paquetes que cada niño tría entre manos, se los entregaron, los abrieron y ¡sorpresa! Estaban vacíos pero no del todo, tan sólo una notita que decía “Feliz Cumpleaños”. Los papás estaban desilusionados, tristes, enojados y confundidos. Preguntaron el por qué de tal gesto. Serenamente los niños explicaban que los regalos que habían recibido no les pertenecían a ellos ¿por qué nos regalan cosas? – preguntaban los chicos.- Porque es navidad –contestaron los padres. Y los niños volvieron a hablar: “sí, es Navidad, el cumpleaños de Jesús” y no el nuestro, aunque él habite en nosotros, a él deben de regalarle algo. El mejor regalo que podía recibir es que se acuerden de él y el de solidarizar con la gente que necesita de nuestra ayuda. Los padres estaban impresionados, apenados al tener que reconocer la veracidad de las palabras de sus hijos. Tomaron los regalos en conjunto, agarraron las cosas para picar que todavía quedaban sobre las mesas y salieron a las calles y hogares de menores y ancianos. Los repartieron entre vagabundos y hogares.
Se dice que esa noche una sensación de humedad y tibieza se sentía en el ambiente, bajaba por el cuerpo de cada persona y penetraba en él dejando una agradable sensación. Era una lágrima de Cristo derramada sobre el mundo por la inmensa alegría de saber que alguien comprendía el verdadero sentido de la Navidad.
|