Todas las mañanas eran un infierno en el trabajo, la locura colectiva era tal, que todos tenían la cara de soldados en plena guerra, papeles por todos lados, llamadas que nunca paraban de entrar, todo el mundo atendiendo, vendiendo, llorando; pero lo mas estresante de todo era la fatigante presencia del jefe, a él solo le faltaba el látigo y tamaño para ser todo un capataz. Pero en la tarde ¡OH! En la tarde era muy diferente, ningún teléfono que enloquezca a nadie, y ningún papel que llenar, y nuestro pequeño y pelón jefe se encontraba en la otra sucursal. Definitivamente era precioso “trabajar” en la tarde.
Marta se embobaba jugando solitario en su computadora, no existía Marta hasta las seis de la tarde; Carlos, el buen Carlos jugaba póker en cuatro salas virtuales, se podría decir que tenía mas dinero que la misma empresa donde trabajábamos, claro, virtualmente; la señora Ramírez, quien lo diría, una mujer de cincuenta años, tenia como unos seis mil amigos en el “facebook”, su bello rostro de niña de dieciocho años y las sensuales fotos que subía a su perfil, hacían de ella toda una celebridad y apetecida por toda la muchachada que enloquecían por la señora Ramírez, el problema era cuando querían verla por cámara; y cómo olvidar de la tierna y dulce Kathy, a ella le encantaba hablar por teléfono, mientras miraba porno, podía estar todo el día navegando por el mundo erótico del Internet.
Todo el mundo tenía su comprobado entretenimiento, y el mío era sacarle el jugo a “youtube”; me encantaba ver “bloopers”, era mi manía observar y burlarme del payaso que se caía en la piscina, de la vieja mordida por pelicano, del gato que peleaba con el espejo, del bebé que se orinaba en el doctor, en fin…, me encantaba reírme de las desgracias de otros, era tan divertido, que al escuchar todos mi sonora carcajada venían automáticamente a ver el gracioso video que estaba viendo; algunas veces se reían conmigo, otras no, me miraban desconcertados, como si hubieran visto lo mas entupido de su vida. De todas formas a mi me parecía muy gracioso.
Un día, buscando un buen “blooper”, que al cabo de dos horas no aparecía, de pronto encontré uno, había sido visto por mas de cuatro millones de personas y tenia cinco estrellas, el puntaje perfecto, millones de personas creían que ese video era muy gracioso, tenia que verlo.

Era un video de seguridad, se notaba que era de la década de los noventa, se podía divisar un hombre parado, como si esperara a alguien, era medio feo el tipo y caminaba de lado a lado nervioso, impaciente, tenía sus manos en los bolsillos, de pronto, una mujer esculturalmente hermosa paso en frente de él, con su también hermosa minifalda, él no pudo evitar mirarla y lo distrajo de su caminada; primeramente puso su cara de idiota, como si nunca hubiera visto unas piernas así.
Mi carcajada retumbo por toda la oficina, pues, creí que eso era lo gracioso, pero el video continuaba y mis compañeros ya estaban con migo…
Al distraerse el hombre con esas piernas, olvidó que había un pequeño escalón en su camino y tropezó, como el pantalón era un poco estrecho, no pudo sacar las manos de los bolsillos, dio unos cuantos pasos inconclusos y empezó a caer, el video se ralentizó y dejó ver el video en cámara lenta. Tal fue su desesperación por librarse las manos y no caer de cara al piso, que utilizo toda su fuerza y logró liberarse las manos de los bolsillos, pero desgraciadamente también se sacó el pantalón, o bueno, parte de el, e igual cayó de cara; en ese mismo momento fue que llegó la persona que esperaba, una muchacha que de vergüenza al verlo se fue sin decir palabra alguna…

Las risotadas sonaron sin control, todos mis compañeros no paraba de reír, y yo, estaba muy callado, uno de ellos me preguntó: -¿no es usted señor X?... si, sí es usted- los demás al escuchar las ultimas palabras, callaron y vieron con mas detenimiento el video; mi enorme nariz me había delatado…
Una carcajada unísona hizo temblar la oficina, por primera vez en mi vida no me causo gracia alguna un “blooper”, por mas que cuatro millones de tontos les pareciera gracioso… ¡a mi no me parecía!