Y al séptimo día
descansó mi Padre
luego de haber hecho
Su obra maestra,
y vio que era bueno,
las verdes colinas bajo el cielo abierto,
las flores, los frutos, el agua, los pasos
enhiestos del hombre que pisaba el suelo.
Una brisa limpia venía de los valles
y corrían riachuelos con fresco murmullo
de abundancia y gloria.
Pero decidimos cambiarnos la historia
poniéndole marcas a la geografía,
cortamos con lanzas de guerra sombría
y límites necios
Su espacio perfecto,
pusimos colores distintos al mapa
demarcando áreas, fabricando escudos,
agregándole horas a su calendario
que estaba completo.
Y vino el Hermano Mayor. Y Su sangre
vertió por salvarnos.
Mas, quedamos ciegos.
Y pasaron siglos.
Y estamos alzando las manos, en busca
de los enemigos
que hicimos con ira. Para no enterarnos
de que no está afuera, sino en las entrañas
de nosotros mismos.
Y muere la Tierra
calcinada en llamas
de nuestro egoísmo.
Yo te clamo, Padre,
y te pido ahora
que si en este mundo queda un sólo justo,
alguien que te ame y aún te respete,
alguien que aún honre la sangre preciosa
de tu Hijo Grande,
que muevas tus ojos de misericordia
y nos limpies pronto
para que así cese la pelea monstruosa
que está ensangrentando
las cuencas vacías.
Y vuelva Tu reino. |