Se levanta por la mañana sin saber por qué la espera al mediodia, preguntandose si ella tambien.
Son las doce y cuarto y sus dudas crecen con el cuadrado del tiempo, se siente inseguro, solo; la ve venir y de todo se olvida, la abraza, la besa, se miran, se aman. Doblan en la peatonal, se dirigen al restaurant, el mismo en que se conocieron por primera vez, sin saberlo, sin recordarlo. Toman una mesa reservada, el sommelier les mira y sonrie, recordandolos solos, guardando su secreto profesional, por momentos vocacional. El le acerca la silla acariciando suavemente su hombro, ella acepta con gracia la posición. Piden vino y acatan la recomendación de su anfitrión. El almuerzo se lleva a cabo con serenidad, en una charla amena, como amigos; enamorados, así se ven. Recuerdan sus historias, se cuentan sus mentiras y entre ellos todo termina, una charla de café. Se despiden, seguramente se volverán a ver, pero no serán la misma persona, todo cambia y ellos también. Se recordarán entre sábanas, restaurants y hotel, sus vidas ya se abrieron, en un arbol se puede ver.
Vuelve a su casa, enciende la tele, come algo, llora y se va a dormir.
Al otro día se levanta, ordena el lugar, desayuna y sale; trabaja de Lunes a Viernes, mas algo en la casa, su oficina está en Microcentro, conoce el camino pero no su destino. Le esperan 2 o tres sommeliers mas, alguna que otra decepción, pero la bruja del 8vo le dijo que iba a ser feliz. |