Aquellos dos monitos jóvenes, casi adolescentes, estaban conociéndose. Subieron para una de las ramas mas altas de un frondoso árbol, allí, escondidos de la mirada de los adultos comenzaron a conocerse, a tocarse, a descubrir nuevas sensaciones, fue cuando la monita descubrió el sexo de su amiguito y le dio un tremendo tirón, apretando entre sus manos las partes intimas del sofocado primata, el dolor llevó al infeliz a cerrar los ojos y dar un tremendo salto, casi desmayado de dolor y sintiendo que caía en el vacío se aferró a lo que encontró: o sea, su amiguita.
Cayeron desde una altura considerable, cayeron abrazados y aterrizaron sentados en el suelo duro.
Con el barullo llegaron otros monos, las madres preocupadas, sus padres furiosos. El mono-jefe cuando llegó y encontró los dos llorando y con sus rabos quebrados por la caída, no lo pensó dos veces, tenía que dar el ejemplo. En lugar de curarles los rabos se los arrancaron de vez. El castigo sería ejemplar: serian expulsados de la comunidad y de la floresta.
Fue así que los infelices monos llenos de dolor y vergüenza se marcharon, ahora sin sus rabos.
Comenzaron un camino desconocido, continuaron caminando con dificultad cuando la floresta terminó, llegaron al mar, que ellos desconocían.
Cansados, hambrientos y sedientos se tiraron a descansar. Pronto descubrieron que tanta agua no servía para beber pues era muy salada, pero dormir en la arena era una delicia. Cuando despertaron un nuevo descubrimiento: el sol quemaba sus pieles.
El tiempo fue pasando y los monitos sin rabo fueron aprendiendo cosas nuevas, a comer pescado, a nadar, hacer el amor acostados... así con las manos libres sobraba tiempo y espacio para las caricias, aprendieron a hablar, tomaron tanto sol que sus pelos comenzaron a caer.
Por todo el ejercicio diario sus piernas se fortalecieron y quedaron mayores. Desenvolvieron nuevos hábitos y con la nueva dieta los cerebros fueron quedando mayores.
Comenzaron a viajar siempre cerca del mar y lejos de las florestas de donde fueron desterrados, allí nunca mas estarían seguros.
Esta es mas o menos la historia del “Eslabón Perdido” que los estudiosos nunca pudieron descifrar ni explicar. Algunos Teólogos llaman nuestros monitos sin rabo de “Adán y Eva”.
Como pueden apreciar nuestra civilización comenzó con una caída desde un árbol. |