Bajo la formalidad de su título de monitora de Periodismo IV y su conservadora forma de vestirse y llevar su pelo, se esconde una dulce joven barranquillera con muchos sueños y ganas de ser alguien.
De menuda complexión física, de manos pequeñas, dulces, con pequeñas y sobrias joyas, con un manicure impecable y una blusa de encaje, recorre con pasos silenciosos pero determinantes el salón de clase llegando a aquellos estudiantes que no les sobra su consejo.
Como aquellos grandes maestros que analizan muy bien sus movimientos antes de mover una ficha en ajedrez, de esa misma manera planeada y organizada es la forma de Alba de proyectar su vida.
Mientras muchas de sus congéneres agotan su veinteañez en cosas frívolas y pasajeras, maquillaje y confeti, Alba aprovecha esta puberil edad para encontrarse con ella misma y lograr día tras día una mejor versión de ella misma.
Una mujer que presenta principios de vida claro e inquebrantables, denotan en ella, una férrea y clara educación tanto desde su casa como desde la misma academia.
Como la novia ideal con la que muchas mamas sueñan para sus hijos, así es Alba, clara y diáfana, igual que lo que significa su nombre, primera luz de la mañana que trae gozo y esperanza.
La segunda de tres hermanos, vive la experiencia de ser tía prematuramente logrando una conexión muy profunda con este infante, experiencia que al relatarla de su boca misma, da a entrever que le gustaría ser algún día una excelente mama.
Educada bajo principios cristianos, sus padres son pastores, enseñanzas que antes de ser camisa de fuerza para actuar, son claves de éxito que sin duda alguna la llevaran muy pronto a hacerse notar, como es su estilo, despacio y sin gritar, a paso lento pero con exitoso final.
|