11:32 A.M, voy en este tren a Temuco y recuerdo la película que el día anterior a esta misma hora me despertaba, ese televisor culiao, cuando no lo programo me despierta y cuando lo programo no se prende ni por si acaso, aunque esa mañana fue diferente, puesto que no puedo negar que aunque la película era del “año de la cocoa” (era en blanco y negro), me dejó bastante impactado la crudeza de sus imágenes; niños judíos entrando en hornos gigantes, un montón de gente apretadísimos en las cabinas de trenes, no se, creo que me cansó ver tanta violencia, yo, un hombre de paz, viendo tanta sangre…, fue una amanecida algo traumática, por suerte la Magda( la flaca que arrienda conmigo), entro en mi pieza y partió derecho pa’ mi cama, andaba calientita la zorra, venía de un carrete curaita, y yo, ni hueón, me pegué unas líneas que me quedaban y me puse a darle, andaba rica pa’ la cama la tonta, gimiendo como las diosas, haci’ que la chante con la cara y las tetitas hacia fuera por la ventana y le empecé a dar a ese potito de corazón que tiene, pa’ que sus gemidos deleitaran a los vecinos.
Entré a la ducha después de haberme fumado un cigarrito, y estaba en eso cuando sonó el teléfono, así que fui todo mojado a contestarlo, era el Marcos pa’ avisarme que le había llegado un tunazo al negro Carlos, chucha dije, ¿Quién fue viejito?_ ven pa’ ca y te cuento, me dijo tranquilamente y colgó.
Saque la 38 del ropero después de vestirme con lo primero que encontré, me pegue la mandanga que quedaba y salí soplao. Llegué al departamento del Marcos y estaban todos con su misión, en busca del “corcho de pisco”, a mí me toco ir a hacerle guardia a la casa; y ahí estaba bajo un techito de la puerta de una casa de en frente de la del “corcho de pisco”, en un atardecer lluvioso, con mi 38 en la casaca de mezclilla, esperando que apareciera el concha su madre. No esperé mas de una hora y lo vi llegando, venía como poto de curao, me paré y caminé poniéndome frente a él, el hueón me miró y se puso pálido, abrió los ojos terrorificazo al verme, un escalofrío me recorrió al ver su rostro, y sin pensar demasiado levanté el arma y le puse dos tiros que lo dejaron cabeceando en el suelo y me largué.
Ahora, después de haberme pegado mi pitito mañanero, voy tranquilo en este tren, doy gracias a dios de que hoy no me despertaran esas salvajes imágenes del holocausto de Hitler, escapo un tiempo de los problemas, puesto que no me agradan; yo, soy un hombre de paz.
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