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Érase un hombre que había caminado toda su vida en búsqueda del conocimiento, había dejado atrás toda oportunidad de formar una familia, de asentarse en algún lugar, de llevar una vida ordinaria, todo ello porque sentía que faltaba algo, que la vida debía ofrecerle algo más, por ello su existencia transcurrió recorriendo muchos caminos, siempre en la búsqueda de D´os, el único que podía llenar ese espacio que lo atormentaba y no dejaba de recordarle que su vida estaba incompleta. Su atardecer se encontraba cerca y decidió esperarlo en su pueblo de origen, con aquellos que hacía muchísimo tiempo habían sabido ser los suyos.
Al llegar pudo notar que nadie lo recordaba y esto era lógico, él jamás se había comprometido en la vida del pueblo ni se había relacionado con nadie en profundidad, siempre se encontraba ocupado en cosas más importantes, ya que su llamado le decía que había algo más, y que debía partir en busca de ello.
Visitó su antigua casa ahora ocupada por extraños, paseó por los lugares remotamente familiares y no reconoció a nadie, era como llegar a un poblado nuevo.
Caminó todo el día, hasta que decidió tomar descanso en una plaza mientras contaba las monedas que le quedaban para pagar una posada. Al momento que guardaba la última moneda y con la cabeza baja, pudo ver una sombra frente a él, primero se sobresaltó ante la idea de un ladrón, pero luego se tranquilizó y miró al extraño.
Para su sorpresa reconoció cara a cara al único verdadero amigo de su infancia, aquél con quien compartió sus juegos e inquietudes internas, el único que lo entendió cuando tuvo que partir ya que ambos sentían el mismo vacío interior, pero por alguna razón su amigo había decidido quedarse a buscar aquellos significados allí, en su lugar de origen.
Se miraron en silencio y se fundieron en un silencioso abrazo de mutua comprensión y camaradería.
- Veo que usas vestiduras de Maestro, ¿encontraste tus respuestas?- preguntó el recién llegado.
- Así es viejo amigo, después de mucho tiempo pude reconocer la luz, pero ¿qué ha sido de ti?, ¿por qué caminos has andado?, ¿has encontrado la paz?.
La mirada del cansado anciano se tornó muy triste al tiempo que respondía con gran angustia.
- Lamentablemente he caminado y caminado sin poder encontrar al Padre. He estudiado a fondo la Ley en cada alto del camino, he recorrido desiertos y praderas, he estado con los ermitaños de las montañas y con los sabios de los bosques, pero éstos no hacían sino repetir lo mismo que decían los libros sagrados, dejándome siempre con la misma ansia de iluminación. Y heme aquí ahora, volviendo a mi pueblo de origen, con pena y sin gloria, con el mismo vacío que me llevé al partir, pero dime viejo amigo, en estas últimas horas de mi vida, ¿dónde me ha faltado buscar?, ¿por qué no he encontrado a D´os si lo he buscado en todas partes?.
- Permíteme hablarte desde el corazón hermano del alma, bien sabes que sentía la misma tortura que tú, en mi pecho latía un ansia de otro mundo, pero por alguna razón en lugar de partir en busca de ese lugar, me quedé aquí, en mi pueblo, viviendo el día a día, lo cotidiano, lo aparentemente intrascendente. En esa cotidianeidad me fui encontrando conmigo mismo, fui conociéndome a medida que conocía también a otros y esos otros me permitían ser yo mismo. Fui descubriendo que ese lugar que ansiaba se encuentra dentro de mí, es así mi viejo amigo, tu te fuiste en busca de países lejanos, de culturas exóticas y no hacías sino alejarte de ti mismo, de tu propia verdad, en tu búsqueda se ocultaba lo que buscabas, en tu distracción no veías lo que tenías en frente, no hay nada que buscar, está todo aquí y ahora, en este momento de plenitud y eternidad.
El recién llegado dejó caer una lágrima de verdadera felicidad, de profunda comprensión y gratitud, sus ojos ahora brillaban de plenitud y su corazón por primera vez latía con verdadera fuerza, se sentó nuevamente en el banco y sus ojos se cerraron indicando el momento de su partida. El Maestro lo miró con ojos de profunda emoción y mirando al cielo susurró unas mágicas palabras al tiempo que se alejaba del lugar, su tiempo también llegaba y agradecía al Padre que le hubiera permitido vivir ese gran momento, el destino de ambos se fundía en uno solo, se habían separado debido a sus búsquedas personales y la misma búsqueda los volvía a reunir.


Texto agregado el 24-06-2004, y leído por 195 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-12-2004 Sigo pensando que eres un hombre muy noble, muy. Lindo cuento, imágenes simples pero muy detallistas. _Catalina_
17-09-2004 Cierto amigo cuentero (janine, ya te leeré), es un placer leer a este encantador y noble poeta. luciernagasonambula
29-06-2004 eres muy tierno señor! pienso que es un placer leer cosas tan importantes escritas con frases tan simples, muy bonito. janine
 
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