Las calcomanías del Joshua se quedaron todas esparcidas por el suelo. Regadas como confetti multicolor entre las piernas de quienes querían llevárselo y quienes querían defenderlo.
Por supuesto al Joshua no le importaba que se lo quisieran llevar. Solo le importaban sus calcomanías. Sus mickeys, y sus winnies the poohs. Le habían costado 50 pesos cada uno y la idea era sacarle 150 por lo menos a cada tira. ¿Quién se las iba a comprar ahora todas pisoteadas y llenas de sangre?
Y mientras se agachaba a recoger los pocos monitos que quedaban a salvo, las gotas rojas iban nublándole la vista y pegoteandole las pestañas.
Como a lo lejos oía a la señorita bonita esa sacandole la madre al guardia de seguridad que lo había golpeado con la radio en la frente cuando no se quiso ir para afuera. Aunque sabía que estaba prohibido vender calcomanías mientras la gente comía.
Y ahora por su culpa todos gritaban y la cabeza le latía como si fuera a estallar.
Finalmente cuando cesaron los gritos lo llevaron a la planta baja del centro comercial, lo sentaron en una silla y le dijeron que se quedara quieto para que no le sangrara más la cabeza. Le dijeron que había que quedarse a esperar a la policía y su madre llorando le prometió que esta era la última vez que se dejaban pegar.El Joshua se rió para sus adentros. No le quedaba otra que reirse con todas las calcomanías perdidas. Había que tomarse las cosas con humor, al menos al otro día no tendría que ir al colegio con ese chichonazo que le quedaría en la cabeza. Y lo bueno era que estaba cómodo ahí sentado, rodeado de gente que se preocupaba por él, su mamá y los otros niños, la señorita bonita y el serio caballero que parecía ser su marido. Todos hablaban y le preguntaban como estaba, si le dolía. Hablando todos al unísono, mareándolo más con su parloteo incesante.
El Joshua solo permanecía ahí sentado, cómodamente entibiado por el calor en su cabeza. Adormilado por el olor metalizado en su rostro. Divirtièndose a muerte con la forma en que se le atirantaba la cara con la sangre seca, entrecerrando suavemente los ojitos, riendose despacito de la forma en que todo se desdibujaba suavemente a medida que aquel tibio mareo descendía desde su cabeza a su cuello, para descolgarse a sus bracitos y así, lentamente hacia todo su cuerpo. Era como si el tiempo pasara a su vez muy rápido y muy lento y todo se fuese volviendo sumamente blanco, y brillante, con sonidos ahogados y submarinos. Tan cómodos, tan lentos.
Entonces un remezón apócaliptico lo sacudió entero. Súbitamente se acordó que había perdido 3 lucas enteras en calcomanías, que un guardia de seguridad le había roto la cabeza con una radio y que su mamá lloraba esperando a la policía. Los que por suerte ya venían.
La señorita bonita se arrodilló frente a él y lo miró muy dentro a los ojos. "Joshua no te puedes volver a dormir" le dijo con tono urgente. Él quiso preguntarle porque, pero se le olvidaba como pronunciar las palabras. "No te puedes volver a dormir porque si lo haces no te vas a despertar, ¿me entiendes?" siguió ella como si adivinara la pregunta. El Joshua entonces obedeciéndole, se sentó muy derecho, muy serio, mientras se le acercaban los policías.
No volver a dormirse, sí, parecía fácil. Así tendría mas tiempo para pensar de donde sacar mas calcomanías para recuperar las 3 lucas.
Ojalá esta vez me hayan quebrado la cabeza -pensó.La gente compra más si uno está enfermo. |