Se encontraba una vez cierto Maestro conversando con un buen amigo suyo.

- “Amigo mío, no te imaginas lo feliz que soy, mi vida es una bendición, mis negocios andan de maravilla y si hay algo que he aprendido en el transcurso de la misma es que la Fe lo es todo, y yo la tengo, fíjate que en estos momentos mi hijo pequeño se encuentra muy enfermo, más mi alegría por esto no mengua, tengo Fe en que D´os no permitirá su partida, es demasiado joven y le queda muchísimo por vivir” le dijo el hombre al Maestro.

- Me temo hermano mío que no es Fe lo que tú me describes, más vuelve a visitarme cuando comprendas lo que te estoy diciendo.

El hombre se marchó muy confundido por las palabras de su tan respetado amigo, pero éste siempre hablaba de manera misteriosa.
Al poco tiempo El Maestro escuchó que golpeaban la puerta de su casa, abrió y encontró en el umbral a su amigo que lo venía a visitar,
el hombre apenas lo vió lo abrazó muy fuerte a la vez que sollozaba en su oído:

- Enséñame por favor lo que es la Fé, mi hijo ha muerto.