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La Valeria
… bajaba como siempre por las laderas de San Juan, ahí estaba ella, exuberante como siempre mostrando un poco mas de piel, se había teñido el cabello de rubio y la verdad era que la hacia ver mas aspectuda y le sumaba unos cuantos añitos a su imagen… noté como no era el único que ocupaba el tiempo en mirar a la “Valeria” y es que se había convertido en uno de los espectáculos vespertinos de la capital…
Se decía que ella era la prostituta mas requerida de Quito, posiblemente la más deseada del Ecuador, tal era la demanda que había gente que ahorraba la mitad del año para poder pasar apenas unos cuantos minutos de la noche con ella, Su figura elegante, de “Puta fina” le valían el aprecio de muchos hombres y el odio y la repugnancia de las mujeres quiteñas.
Se comentaba que al menos 3 Presidentes del Ecuador vivieron la agradable experiencia de “tirarse” a la Valeria y no es para menos si eran los hombres mas importantes de la republica… se dice que José Velasco, eunuco declarado y manifiesto, recupero su perdida virilidad ante los encantos de la Valeria.
Continué bajando por San Juan hasta llegar a mi casa, como de costumbre me quite la ropa, me puse la ropa de dormir y me acosté en la cama dedicándole –como todas las noches- una larga sesión de autocomplacencia a la “salud” de la puta que tenia locos a todos los quiteños.
Al siguiente día al salir del colegio pasaba nuevamente por San Juan con la ilusión de encontrar a la Valeria mas desinhibida que el día anterior, con menos ropa y mucho más provocativa…. La sorpresa de esa tarde fue que no la encontré, conforme bajaba a mi casa note a mucha gente conversando en el burdel donde servia Valeria, todos tenían en su cara un gesto de dolor y de angustia; esto no llego a inquietarme. Cuando me encontraba cien metros de casa- en la plaza de la independencia- vi que en la catedral metropolitana estaba colmada por una multitud, note también que la bandera tricolor de la republica se encontraba flameando a media asta en el Palacio de Carondelet, no entendía lo que pasaba, entre empujones y forcejeos logre entrar a la catedral; Habían como quinientos arreglos florales alrededor del altar, en el un ataúd dorado rodeado por docenas de velas y cirios encendidos, en la primera fila de la catedral distinguía la presencia de el Presidente de la Republica, el Alcalde de Quito, algunos ministros, senadores y demás personalidades
La misa, que había empezado antes que yo entrara estaba siendo oficiada por el Cardenal, sus sacristanes eran el Arzobispo de Quito y el Nuncio apostólico; luego de terminado el oficio religioso logre, al igual que mucha gente, llegar junto al ataúd en donde vi lo que nunca en mi vida me llegue a imaginar siquiera: era ella, pálida, fría pero hermosa aun, acostada como siempre pero esta vez para no satisfacer a ningún cuerpo, se veía tan común, tan humana, tan muerta!
Llevaba un hermoso vestido turquesa, de su cuerpo se podía percibir una fresca fragancia a jazmines.
Salí inmediatamente de la catedral y los años pasaron, pero aun viven en la memoria de los quiteños el recuerdo de La Valeria y el día en que todas las campanas de las iglesias doblaban por la única puta que recibió un funeral de estado
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Víctor Miguel Moncayo |