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Inicio / Cuenteros Locales / snooptwo / Una Historia de Héroes: Ep. 3

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West Samson.

Tom pensó que estaba llegando tarde a la escuela.
(¡Van a darme una lección para estudiar!)
Pero cuando entró al salón de clases, que estaba abombado por el bullicio de los alumnos que iban y venían, reían y conversaban. El seray Rowan Itcha todavía no había llegado, así que el alumnado aprovechaba para desorganizarse.

Era un salón grande, con piso de madera, varios pupitres dispuestos a lo largo, sillas, y un gran pizarrón en la pared frontal. Tenía, también, un amplio ventanal que daba al jardín del colegio. Había allí un solo árbol pero varios rosales, alegrías, jazmines, césped y caminos.

En las otras paredes del aula había telares decorados, carteles, papeles de colores y demás cosas hechas por los mismos alumnos. Serían 50 personas dentro de la habitación, repartidos en casi la misma proporción de chicos y chicas:
- ¡Oye Tom!
Tom vio que un chico, cerca del ventanal, le hacía señas. Era Samuel Pintos, un muchacho alto y enclenque, torcido como una rama débil, pero de rostro amable y modales casi perfectos. Tenía, de todas formas, un aire ciertamente tonto.

Tom se acercó y se sentó junto a su compañero, esto es, del lado de la ventana. Aquel era su lugar favorito, porque cuando la lección lo aburría, siempre era una buena distracción mirar hacia el jardín:
- Tom, ¿hiciste las ecuaciones de matemáticas?
Samuel se revolvía el cabello y apuntaba números en una hoja de papel:
- Sí, pero mal- contestó Tom.
- ¿Mal?
- No me gustan las matemáticas, no las entiendo.
- ¡Oh!, pero de todas formas, ¿te molestaría que me copiase?, siempre es mejor presentar algo mal hecho que nada.
- No hay problema.
Tom le pasó una hoja donde había varios cálculos resueltos. Después se desconectó del mundo y quedó con la mirada perdida en el jardín.

Contemplaba el árbol, que era frondoso pero tenía una apariencia apagada, como si fuese de viento.
(De viento… o algo parecido… como de ceniza)
Ocurrió que Tom, estando en estas meditaciones, olvidó el transcurso del tiempo, porque se sintió desorientado cuando Samuel volvió a hablarle:
- … de él- le dijo Samuel, en voz baja.
- ¿Qué?
- Que creo que Linda está enamorada de él.
Tom no tuvo que preguntar sobre quién le estaba hablando. Dos banquetas más adelante estaba sentado un muchacho de cabello castaño, alto y expresión seria, como de lobo. Tenía las manos cruzadas bajo el mentón y era el único que esperaba al seray en silencio:

- Odio que se haga el misterioso- siguió Samuel- ¿Qué le ven de maravilloso?
La mayoría de las chicas estaban observando al muchacho con interés particular. Algunas cuchicheaban y reían nerviosamente por lo bajo. Otras suspiraban al verlo. El chico en cuestión era indiferente a todas esas demostraciones de respeto y adoración.

West Samson era el muchacho más popular de toda la escuela, aunque en realidad pocos sabían algo sobre él.

Nadie podía negar que fuera muy guapo, y eso era lo que atraía a las chicas, pero Tom pensaba que la mayor parte de su popularidad nacía en el carácter silencioso y misterioso que lo cubría. West Samson era, por decirlo así, un secreto.

El hecho de que perteneciera al clan Samson no era menor, y el joven era respetado también fuera del colegio gracias a su apellido. Los Samson eran el clan más prestigioso de Aramis, y la mayoría de sus miembros habían logrado ser Jefes de Consejo o, cuando menos, alcanzar cargos altos.

West era la clase de chico cuyo alrededor está cubierto de comentarios antagónicos. Por un lado, la adoración de las chicas. Por el otro, el fastidio de los demás varones.

El joven Samson era el mejor de la clase de gimnasia y de combate. Era el único que podía lanzar las dagas arrojadizas y dar todas en el blanco, el único que corría los 200 metros en tiempos increíbles, sólo él saltaba los obstáculos de la pista de arena; en fin, era el mejor atleta.
Era también el mejor estudiante y conseguía las calificaciones más altas. Pero ninguna de estas cosas maravillosas resaltaba, porque West jamás decía más que lo necesario. Era, por decirlo así, como que todos sus logros se guardaban en una caja.

Frente a todo el alumnado apareció un hombre de veinticinco a veintiséis años, de elevada estatura, buena condición física, rostro cuadrado y ojos grises. Llevaba el cabello corto y su única distinción era una cicatriz que cortaba su ojo derecho y se extendía hasta la barbilla. El seray Rowan saludó a la clase, después se dio vuelta y escribió en el pizarrón la fecha del día:

- Quiero que apunten esto… y que al final de la clase dejen todos sus trabajos de matemáticas sobre mi escritorio- dijo.
Después, con las manos tras la espalda, empezó a caminar de lado a lado, como era su costumbre.
Rowan Itcha era muy joven para ser un seray, pero la mayoría de la gente lo consideraba el mejor de todo Aramis, y nadie dudaba que con su carácter fuerte pero dulce y su inteligencia rápida pero certera llegara a ser pronto un Gran Seray de la Baronía:

- Muy bien clase, para este ejercicio vamos a armar parejas, ¿está bien?
Entonces empezó a dar las formaciones, quién con quién, y conforme iba armando los dúos, los alumnos iban moviéndose por toda el aula, reubicándose. Finalmente anunció:

- Tom Akagua, con West Samson.
Tom se sorprendió poco y West, si lo hizo, ni siquiera cambió una mueca. Era común que Tom hiciera grupo con West. Rowan’seray tenía la molesta tendencia a armar grupos desparejos, era como si le gustara mezclar agua y aceite: Carlos y Samantha, Sergio y Cristobal, Kyle y Serena.

Anunciada la pareja, West cambió de lugar con Samuel, que fue a parar al fondo del salón. Muchas chicas se quejaron en voz baja por no haber tenido la suerte de estar con West, y una incluso se acercó al seray y se quejó de mala gana por el hecho de que West siempre hiciera pareja con Tom. Rowan siempre reía.

(Diablos, ¿por qué con él?), pensó Tom.
Después Rowan les entregó una hoja de papel a cada pareja. Volviendo al frente del aula, dijo:
- Quiero que cada pareja conteste las preguntas que acabo de entregarles. Tienen una hora para hacerlo. ¿Está bien?, si tienen dudas, pueden preguntarme.

Dos chicos, al fondo del aula, llamaron al seray:
- Bueno West, a ver qué hacemos con esto- sonrió Tom.
- Déjame ver esa página.
- Claro. Aquí tienes.
West tomó la hoja, sus ojos la barrieron, frunció el ceño y pensó durante aproximadamente cinco minutos:

- A, B, A, C, A, B, B- dijo.
Después le pasó la hoja a Tom:
- Compruébalo si quieres.
Tom ni siquiera sabía que la opción A era la respuesta a la primera pregunta, le llevaría la hora entera comprobar lo que ya sabía. West tenía razón.

(¿Có… cómo?...):
- ¡Seray!- llamó West.
- ¿Sí?- preguntó Rowan, acercándose a la mesa.
- Ya está.
- ¿Ya?
- Puede verlo.
El seray tomó la hoja para examinarla.
(Este West… siempre tan… tan…) pensaba Tom, y entonces Rowan’seray les devolvió la página, mientras sonreía complacido.

- Perfecto muchachos. Pueden salir al patio hasta que los demás acaben.
- ¿Terminaron?- preguntó un muchacho, en el fondo.
- ¡West, qué inteligente eres!- exclamó una chica.
- Muy bien West- dijo otra, que estaba en la esquina del aula.

La chica que se sentaba detrás de West quiso tocarle la cabeza en un gesto de felicitaciones, pero no pudo hacerlo. Los nervios le ganaron. Quedó inmóvil y después, media frustrada, media entristecida, regresó a su trabajo.



- Bueno West, tenemos como cuarenta minutos antes de entrar de nuevo a clases- dijo Tom- ¿Trajiste un tablero de Diamantes?, estuve practicando nuevos movimientos y…
West se encaminó hacia el patio:
- Hey, ¿a dónde vas?
- A tomar un poco de aire.
- Apuesto a que ni siquiera vas a volver.
- Voy a volver.
Tom se cruzó de brazos y se sentó en el suelo:
- Haz lo que quieras- dijo.



West se sentó en una banqueta de madera. Callado como siempre, observó el manzano que crecía un poco más allá, en el jardín.
Sonrió. Tomó una de las dagas arrojadizas que llevaba colgando en el cinturón, midió la distancia, evaluó el aire, se concentró y la lanzó. La daga voló recta como un proyectil y se clavó en el tronco del árbol con tanta maestría, tanta puntería y tanta habilidad que el golpe fue perfecto, y no saltó una sola astilla.

Tomó nuevamente la daga, regresó a su posición inicial y esta vez se propuso una puntería simétrica igual, sólo que esta vez con dos dagas arrojadizas.
(Tengo que medir el viento y la distancia)
Se preparó, inclinándose sólo un poco hacia adelante.
(Las dagas deben ser una extensión de mis propios dedos)
No pestañeaba. Cualquiera hubiera dicho que era una estatua.
(Lo principal es pensar… siempre pensar, West. Siempre estar un paso más adelante. Siempre)
Esa no era su voz. Era otra, más fina, más afeminada, más decadente. West sintió que la sangre le hervía. Entonces arrojó las dos dagas, que volaron parejas y se clavaron con la misma belleza artística que la vez anterior. Había hecho todo esto con una mano sola:

- ¡Eres genial, West!- exclamó una chica, que lo había visto por una ventana desde el segundo piso.

Su seray la regañó y la muchacha cerró la ventana. West ni siquiera la había escuchado. Todo cuanto veía era la daga en el árbol.
(Lo sé desde hace años)
Automáticamente recordó la voz suave de su mentor, esa voz de serpiente y cuervo, fría, seca, carente de alma.

(West está sentado en la hamaca de su patio, que su padre le había construido cuando todavía no era Jefe del Consejo y era simplemente su padre y nada más.
Cabizbajo, el muchacho se sostiene de una de las cuerdas. Lyonel Samson le había prometido que esa tarde practicarían tiro con arco, pero luego un mensajero avisó que el Jefe del Consejo iba a volver tarde a casa. Otra vez. Desde que era el Jefe del Consejo, siempre llegaba tarde.

Mientras West suspira de tristeza, una figura alta y delgada se acerca. Al principio es solo una sombra, pero después se materializa como un fantasma justo delante del chico:
- Raven’don- dice el niño- Buenos días.
- Buenos días, West.
Raven Alanegra es un hombre de cuarenta o cuarenta y dos años. Nadie podría asegurarlo. Tiene una voz suave, afeminada, y muchas veces parece que susurra en lugar de hablar. Los pómulos huesudos se le marcan en su apretado y blanco rostro. Está usando un gran cinturón con una hebilla de plata. En sus muñecas lleva dos grandes pulseras, una negra y la otra blanca.

Los ojos de Raven Alanegra son profundos, húmedos y calculadores. Posee un semblante tenebroso, y su sonrisa, larga y plana, le da el aspecto de una serpiente. Sin embargo, es la Mano Derecha de Lyonel Samson. El puesto de Mano Derecha del Jefe del Consejo solamente puede ser ocupado por un hombre de suma confianza por parte del líder, alguien que goce de respeto en la sociedad y sea visto con veneración. Raven no solamente tiene estas cosas, sino que cuenta con la mención de ser el mago arcano más poderoso de toda la Baronía, y se lo llamaba “El Sabio”, porque conocía miles de hechizos y encantamientos, más que cualquier otro mago:

- ¿Por qué estás triste, West?
- Por nada.
- Puedes confiar en mí, West- dice el hombre, arrodillándose hasta quedar a la altura del niño- Soy como tu tío. Te conozco desde que eras así de chiquito. ¿Qué está pasando?
West suspira:
- Es padre… no va a poder entrenar conmigo. Me prometió que entrenaríamos tiro con arco.
- Me parece maravilloso que ya estés entrenando, un futuro Jefe de Consejo tiene que ser fuerte y diestro con muchas técnicas de combate- dice Raven- Y tener también una buena Mano Derecha.
- Es que… así nunca voy a poder ser tan fuerte como mi padre.
Raven sonríe casi fraternalmente y le revuelve el cabello al muchacho:
- Yo sé tiro con arco, entre otras cosas. ¿Te parece buena idea que entrenemos juntos?
- ¿No te… no te molestaría?, digo… tu trabajo y…
- Soy la Mano Derecha de tu padre, pero también soy su amigo. Estoy seguro de que estará muy feliz de saber que me ocupé de ti.
West sonríe y sus ojos se iluminan:
- ¡Gracias, Raven’don!- exclama, se pone de pie y lo abraza- ¡Es fantástico!
Y corre a buscar su arco y su flecha)



Estaba absorto en estos recuerdos cuando una daga pasó volando a su lado. El proyectil describió una comba mal diseñada, acarició el tronco del árbol y finalmente fue a estrellarse contra una pared de ladrillos. West escuchó una risa, y cuando se giró, vio a Tom Akagua:

- Creo que me falta práctica- dijo Tom- Pero algún día voy a hacer lo mismo que tú.
West no le contestó nada.

Tom sabía que, después de la escuela (y desde que Raven Alanegra se había marchado de la Baronía del Fuego), West asistía a las clases de combate de Hugo Serani. Más de una vez le había dicho a Lyonel que su hijo que tenía mucho talento. Era el mejor de la clase y Hugo se preguntaba por qué West no se adelantaba uno o dos niveles. Lo veía listo para los combates con espadas reales y no para blandir palos de madera contra blancos inmóviles:

- Parece que tiene una energía infinita- decía Hugo - Talentos así solamente aparecen una vez cada década, cuando mucho. Es como tú cuando eras un peque.

Pero Lyonel Samson no dejaba que su hijo se saltara ningún nivel. Era de la creencia que todas las enseñanzas son necesarias, incluso aquellas que no lo parecen a simple vista.

Hugo, que había conocido a Lyonel de joven, lo entendía y compartía estas ideas, pero de todas maneras pensaba que West desperdiciaba el tiempo entrenando con los chicos de su edad:
- Vas a llegar lejos, West, como todos los de tu Clan- le decía Hugo- Los Samson siempre han sido hombres de honor y de respeto.

West conocía bien las tradiciones de su Clan. Desde los primeros tiempos de Aramis, el Clan Samson se había erguido como el más fuerte, y sus hombres se fueron sucediendo el mando del Consejo. Los Samson se caracterizaban por su determinación y su nobleza, así que eran jefes grandes y queridos.

Él quería ser el mejor de todos.
(Lo sé desde hace años)
(¡West!.... ¡qué…!)

- ¡Ustedes dos!- se oyó desde atrás de los chicos- ¡Saben bien que no se puede practicar con dagas fuera del campo!
Rowan’seray estaba mirándolos, con los brazos en jarra y expresión amenazadora. West recogió su daga y Tom hizo lo mismo:

- Fue un buen tiro el tuyo, West- le dijo Tom.
- El tuyo por poco atraviesa mi cuello.
Tom soltó una carcajada y se ruborizó cuando notó que Rowan’seray lo fulminaba con la mirada:
- Estaba bien calculado- dijo, y era cierto- No iba...
- La próxima vez ten más cuidado- cortó West.
- B… bueno.
Y ambos regresaron al aula.

Texto agregado el 20-03-2010, y leído por 97 visitantes. (0 votos)


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