Estoy resfriada y eso es problemático en mi trabajo. Hecha la ley, hecha la trampa, dicen, tengo el instrumental para desvanecer todo tipo de huellas, pero si estornudo no habrá forma de neutralizar mi ADN, ellos seguramente lo encontrarán. Utilizar cualquier tipo de máscara está descartado, no son confiables.
Hubiera preferido nacer en otra época, quizá ser un ama de casa, preocupada por el orden, la limpieza y el cuidado de los hijos, tal vez pertenecer a la raza de las “viudas negras”, esas mujeres que como primer arma se valían de su poder de seducción, pero mi realidad es muy distinta. Es que a veces las posibilidades de elección son nulas, se trabaja en lo que se puede, ¿verdad?
Jamás emito juicio de valores sobre mis potenciales objetivos, cumplo la orden sin pensar en si se lo merece o no, o si es una persona ejemplar, esas minucias no me interesan, no hacen a mi profesión. Suelo ser disciplinada hasta la obsesión, lo que me ha rendido en una serie de honores y paga envidiable para un empleado común, de esos que pasan horas en escritorios abarrotados de burocracia, por ejemplo. Yo entro, cumplo con mi tarea, limpio el lugar y me voy. Así de fácil. Tengo, como verás, tiempo libre, que ocupo en cuidar mi cuerpo –no deja de ser una herramienta-, mente –otra, importantísima-, e investigar acerca de nuevos dispositivos para facilitar mi desenvolvimiento, porque, imaginarás que cuanto más rápido, silencioso y concreto, mejor.
El objetivo de hoy gozará de unos días más de encantadora vida. Es lamentable, este resfrío dilatará los planes. Me siento una fracasada.
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