los elefantes tienen una excelente memoria, pero como todos los viejos, don Gregorio, con el paso de los años la perdía
por ello, llevaba un cuaderno con oraciones escritas por él, para recordarlas cuando estuviera feliz o triste, para cuando lloviera, para cuando quería dar gracias por otro día de su vida al Creador y así para todas las ocasiones
cuentan que un mañana salió de viaje y al pasar por el bosque y escuchar la sinfonía de grillos, renacuajos, aves y cigarras, quiso hacer oración al Creador para glorificarle y dar gracias por tan hermosa música, buscó sus escritos pero no los encontró,
- Padre Celestial, voy a recitar todas las vocales y todas las consonantes del abecedario, para que me haga el favor de hacerse una oración –, dijo el elefante y su camino siguió
pasaron muchas horas y se extrañó, no hubiera llegado a su destino y justo en ese momento se acordó de su oración
- ¡ ah carachas, se me olvidó !, debí también haber dicho al Creador, me guiara en el camino para llegar al bosque donde habita la jirafa –, pensó el elefante
- viene usted por buen camino señor elefante, es acá el bosque de espinos donde vive la jirafa -, al instante gritó la lora cuando divisó a don Gregorio
- pensé no las iba a encontrar, por favor Dios, disculpe lo interrumpo otra vez, hágase otra oración de agradecimiento por haberme conducido bien y encontrado a mis amigas -, dijo el elefante
el corazón de la lora y el del elefante se alegró y el de la jirafa, por segunda vez volvió a vibrar
Dios, embriagado de felicidad por tan hermosa oración del elefante, llenó el cielo con miles de aves y cigarras, levantó la batuta y dio inicio al concierto del atardecer
- ¿ bailaría conmigo, si sonara un son ?-, preguntó la lora al elefante
- no lo dude muy elegante y refinada dama, me haría usted un honor concederme cualquier pieza de danza -, a la lora el elefante contestó
se arregló el cuello de la camisa, se ajustó el calzón, tendió la mano a lora y ambos salieron a bailar, sin tener que esperar el son
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