JUEGOS VIRTUALES
RODOLFO
Todo empezó como un juego...Éramos amigos virtuales, por decirlo de algún modo, o sea, nos conocíamos en la distancia. Ella se llamaba Alondra, bueno, ese era el “nick” que la identificaba y éramos compañeros de una página web de literatura en la que colgábamos nuestros textos y donde leíamos a unos y a otros...Yo me llamaba Rodolfo, bueno, ese era mi mote, pero mi verdadero nombre es Rudolf (ya sé, nunca fui demasiado original, la verdad). La historia que os voy a contar aquí le pondría los pelos de punta al más calvo...
Es la historia de una posesión erótica como jamás nadie haya escuchado jamás...
Estaba yo entrando en la página muy de mañana, cuando de repente me vi succionado como a un mundo paralelo, como entrando en una especie de tubo de ensayo gigantesco, cayendo al fondo...Me encontré, al final de la caída, con un espacio como de metal fundido, respiraba líquido ardiente, pero respiraba...miré a la derecha y me encontré con una imagen tridimensional de la foto de Alondra, de cuerpo entero...era muy raro, como si esas tres dimensiones no estuvieran perfectamente definidas, me resulta muy difícil de explicar, aunque era bellísima...Entonces ocurrió:
-¿Alondra?, ¿Qué sitio es este? ¿Qué haces tú aquí? ¿Y por qué me miras de ese modo? –Es que me miraba con una carita que ya...ya...Y además una cama de esas enormes, con dosel incorporado, había aparecido de la nada... ¿y esa música?
La música flotaba sin limitaciones, envolvía como tentáculos, melodía candente y seductora que ella interpretaba a la perfección con oscilantes movimientos, como un embrujo y yo me sentí totalmente embrujado.
Un exquisito aroma emanaba desde unos cirios dispuestos en candeleros de cristal, respiré profundo y creí reconocer el embriagador perfume, algo había en él que despertaba todos mis sentidos.
Extendí mi mirada, apartándola con sutileza de las oscilantes caderas de Alondra, y me detuve en la cama, distinguí sábanas de seda, miles de pétalos de rosas rojas esparcidos sobre ellas. El dosel era de una tela transparente y se derramaba con la gracia del agua de los manantiales.
Estaba confundido entre la excitación máxima y la perdida de la realidad...No importa, nada importa, me dejé seducir por esa bailarina que se ofrecía cálida, dispuesta, complaciente...
-Querido amigo... ¡Cuánto tiempo te esperé! –dijo ella con voz seductora, a la vez que su blusa de satén caía al suelo, mostrando unos hermosos pechos desnudos...En su vientre, una gota de sudor temblaba...dócil. Yo me pregunté ¿Cómo podía sugerirme docilidad esa erótica gota de sudor que se cimbreaba al son de la música en ese vientre, en ese camino ardiente que llevaba a...
Mi respiración se agitó, enloquecida, hervía de anticipación... ¡Cuántas veces no habría soñado yo con esto! pero... ¿Qué era esto? ¿Acaso soñaba?
Creí morirme... ¡aquella era Alondra! Pero no una Alondra como la que yo estaba acostumbrado a leer, con la que charlaba de poesías o cuentos, no aquella con la que discutía o bromeaba, no aquella...Esta bebía de una sensualidad que me enervaba, que me hacía estremecer de placer...todo mi cuerpo ardía, en pasión contenida...
ALONDRA
La verdad es que no supe cómo empezó aquello. Abrí mi libro de visita siempre buscando el mensaje que Rodolfo me dejaba por las noches, antes de ir a la cama. Nuestras diferencias horarias no nos permitían muchas coincidencias, cuando él se iba a dormir yo saludaba a la mañana. Me gustaba leer y releer esos apasionados mensajes que me desnudaban, me acariciaban y me dejaban con el corazón al galope. Mi costumbre era acusar recibo de ellos dedicándole la frescura de mi cuerpo y de mi alma al despertar. Trataba de plasmar, en mis letras, cada uno de los gemidos que me arrancaban sus deseos. Comencé a teclear y...
Me vi envuelta en un espacio impreciso, empapado de cálidos colores que recortaban la figura de Rodolfo sobre una gran cama llena de pétalos rojos, al parecer de rosas. Cerré los ojos ante lo imposible, como para refrescar la mente y espantar la locura. Los abrí y Rodolfo con una risa seductora se pega a mi piel. En mi cabeza no hay nada más que una melodía que me quema tanto como su mirada. Me desinhibo, me suelto, dispuesta a entregarme a este sueño que reprimía desde que sus letras me cautivaron. Mis caderas no respondían a mi juicio y comenzaron a oscilar, a bambolearse con osadía, siguiendo el ritmo de la música como si se tratara de una danza animal que invitaba al apareamiento.
Rodolfo, intuía desnudo, aún no me atrevía a recorrerlo con mi mirada, me llamó y solo atiné a clavarme en sus ojos que, ardientes, me deseaban.
Floté hasta su lado.
Me abrazó, me besó, me palpó, me exploró...
Yo no me contuve, hice lo propio, abrí mi boca para beberlo y saborearlo al mismo tiempo. Me relajé para facilitarle la precisión de sus manos, de sus dedos y no dejara por recorrer ni un solo lugar de mi cuerpo que poco a poco se abrió, lentamente, expectante...
Sus manos grandes, poderosas, suaves y contenedoras. Me modelaron, como un artesano con un pedazo de arcilla...que amasa, restriega, soba. Mis manos pequeñas se pierdieron en su explanada, mis manos recorrieron el extenso valle de sus hombros, la llanura de su vientre, se enredaron en una selva joven e impetuosa, mis manos midieron, calcularon, compararon, aprobaron...
RODOLFO
Jamás experimente dicha semejante...sus manos recorrían con tan sensible madurez mi cuerpo, que mi alma se creía al límite del placer... ¡recuerdo que pensé en un girasol... moviéndose, enlazando su alma al compás del sol...! Así me sentía yo, capturado por su aroma, por la textura de su piel...De repente, nos encontramos desnudos en la cama, rodeados de rosas, y vi cómo un pétalo se deshizo en mi mano, pintándomela de rojo...lo olí, era pintura al óleo, y ese olor penetró en mí mientras mi mano dibujaba -cual pincel- sus pechos en carmesí... y sus pezones adquirían la dureza del hielo...que derretí en mi boca poco a poco, a la vez que mis manos inquirían inquietas la naturaleza de su vello suave y sugerente, sensual a las yemas de mis dedos encendidos. De su delicado perfil exótico fui tan conciente que me sentí crema en su piel, su simple respiración me consumía sin remedio...derretí mi lengua en su vientre y fundí mi boca entera en su Venus sagrado...Mi gozo y su gozo se unieron en un bamboleo primigenio...y entonces mi cuerpo se unió a Alondra en un coordinado movimiento, nuestras pelvis bascularon, buscando sus preciados dones...
ALONDRA
No sé si respiré o el aire entró a mis pulmones a través de sus besos, porque el calor me obligó a sudar suspiros y gemidos, me inundé...
Sus besos se alejaron de mi boca, deslizándose sinuosos por mi cuello, por mis hombros, tatuaron mis pechos. Primero el derecho, derritiendo el hielo oscuro, de ésta diestra cima, mientras que su mano preparaba el camino hacia la otra. Mi pecho izquierdo, erecto, aguardaba sus besos, su lengua.
Mis manos jugueteaban, irreverentes, con su masculinidad como quién empuña con firmeza y seguridad una poderosa espada. Cerré los ojos, evoqué, gocé, bebí...
De pronto su lengua, con suavidad, pidió permiso a mi espalda para iniciar una travesía, desde su norte hasta su sur, gemí, volé, florecí....
Me sentí como una nueva Luna, descubierta y vulnerable, y él, como un gran conquistador, clavó su bandera tomando posesión de mi cuerpo.
Navegué por mares en calma y por mares con olas furiosas que me levantaban como una pequeña balsa a la deriva. Cabalgué como amazona montando a un vigoroso e indómito potro.
Fui tan sólo una estrella que estalló de gozo, como un fuego de artificio, desbordando con luz espacios ilimitados, abarcando todas las realidades posibles.
RODOLFO
Tan rápido como se inició, todo desparece: la cama, ese espacio intermedio y la tridimensionalidad de Alondra se convierte en una foto en la pantalla que tengo justito delante de mis narices...
A estas alturas supongo que sabéis que no se trató de ninguna posesión erótica ni nada por el estilo ¿verdad?
”Estuvo bien, mientras duró”, le escribo en el libro de visitas...
¡Vaya manera de hacer el amor, a través de las palabras, tan real que tenemos los cuenteros!, es fantástica esa pérdida de realidad, ese zambullir en el mundo de nuestras fantasías.
Espero unos minutos en los que leo a un amigo, bastante bueno...pienso que luego comentaré su trabajo, su esfuerzo es notable...
“magníficos muchos cuenteros, y algunos, ¡geniales...!”
Pico impaciente en el libro de visitas y aparece el mensaje de Alondra...lo leo con ansiedad, bebiendo cada palabra, me río...”mañana lo haremos de nuevo” pienso mientras una gran paz inunda mi alma...
Un pensamiento cruza mi mente a una velocidad atroz:” ¡Anda que si se enterara mi parienta!”
ALONDRA
Mi último suspiro me transportó hasta mi silla, mi escritorio, mi pantalla. Allí estaba, suspendido, el último mensaje de Rodolfo. Me sudaban las manos y el escote, y a pesar de estar en invierno, me sentía íntimamente acalorada.
“Wowww!! ¡Que viaje!, fue maravilloso.” Escribí en su libro de visitas.
Tan pocas palabras, ingenuas y casi insignificantes, pero fuimos cómplices de una aventura que nos dejó contentos, inspirados, perceptivos. Con el alma renovada y el corazón satisfecho me dedico a responder y a agradecer los comentarios de los amigos. Con una risita desvergonzada, me imagino lo que dirían si supieran.
Llego, una vez más al libro de Rodolfo, y le dejo un inevitable mensaje...”te estaré esperando...”. Apago el computador y de vuelta a lo cotidiano, pero ya no será lo mismo, estaré planeando nuevas formas de seducción, nuevas travesías e inventando nuevas formas de hacer el amor en esta virtualidad que todo lo permite, que todo lo consiente.
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