llegué a mi casa. el perro estaba sentado junto al sillón. la mesa estaba servida. mi mujer estaba sentada junto a su plato, pero, no comía nada... buenas, le dije. ella miró mis piernas y puso el primer bocado en su boca, luego otro y otro, sin parar, hasta terminar todo el plato a una velocidad de máquina de lavar... se paró, miró mis piernas y con la cabeza gacha se fue a su cuarto. cerró la puerta y encendió las luces del cuarto, luego, empezó a gemir y gemir como lo hace mi perro cuando lo dejo en la calle, en plena oscuridad. miré mi plato y estaba lleno de moscas... tenía hambre, así que, comí lo que estaba bueno... me paré de la mesa y cuando estaba por irme a dormir, realicé que algo no estaba mas conmigo... fui hacia el baño y me miré en el espejo. sí, no estaba nada de mí, tan solo mi cara de tonto, de loco, de esos que andan por la noche sin saber hacia dónde van, ni hasta cuando lo harán... me acerqué al espejo lo mas que pude pero nada... puse mi ojo, casi pegado al espejo y vi el infinito reflejado en el brillo de mi ojo... estoy mal muy mal, pensé... me lavé la cara y me dispuse a salir a la calle. abrí la puerta y la noche estaba linda... no había nadie por la calle, tan solo mi sombra y el silencio, y esa rebelde voz que se paseaba desde el fondo de mi alma, hasta el final de todos mis sueños... |