Por mas que intento no recuerdo
los primeros años de mi muerte,
debe haber sido el resto de todo
que me a hecho olvidar eso.

Cuando los niños mas grandes me golpeaban,
y me rompían mi túnica blanca
impecable, haciéndome llegar con los pantalones bajos
para esperar la paliza de mi madre.

No recuerdo la ultima ves que creí
en el primer estúpido amor eterno
dejándome en la senda del estropajo humano
vacilando un por qué putrefacto
entre los aullidos tenues de las chimeneas
risueñas.

Desde esos primeros años no recuerdo nada.
El porque ,es el asesinato intelectual al
que lograron convertirme en lo que soy,
o en lo que fui hasta hace poco tiempo,
un asesinado mas en el crepúsculo
errante de este mar de estupidez.

Las escrituras conocidas por mi mente
como virus asesinos del ser humano,
después de ser esparcido
con letras o señales después de dominar esos primeros
sonidos de los animales peludos y hermosamente
estúpidos que podríamos seguir siendo
y ya no lograremos ser.

La escritura viral que hay en nuestras mentes
y que consumimos con orgullo, no es mas
que el cáncer que consume nuestras mentes
con información inútil para un animal mamífero
que tan sencillamente podríamos ser,
pero se nos creo con el ego de ser algo, con el hambre
tan precario de subir escalones invisibles
y mediocres que tanto idolatramos.

Y así lograr que mi mente
olvidase los recuerdos vivos de un niño
que lograba sorprenderse por la vida,
por ser solamente vida, y jugara con ella como
si el infinito fuera solo un olvido.
Ernesto Ynzaurraga 19 noviembre de 2009