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¿Sabemos cuantos muertos hay
desde los orígenes del hombre
hasta nuestros días?
Abdrezak H
Un ulular de sirena taladra mis oídos; el tiempo parece infinito y el sufrimiento es insoportable. No sé dónde me encuentro; de repente, todo se calla. Tengo miedo a la oscuridad y a la quietud que me rodean.
Me desespero al no saber que pasa con mi cuerpo. Algo sucede a mi alrededor: hay murmullos que trato de entender, la piel se me crispa cuando alcanzo a oír “quirófano”; me colocan en una superficie muy rígida y siento que vuelo. La sirena vuelve a mover el aire.

Camino a casa me senté en una banca del parque; no estaba cansado, sólo quería ordenar un poco mis ideas. Hice el recuento de lo necesario y no faltaba nada; veía pasar a la gente sin que se dieran cuenta de que eran observadas. Me pregunté qué las motivaría para comportarse como hormigas, siguiendo siempre el oloroso trazo. Al llegar, saqué las herramientas y me dirigí a la azotea; la vista de la ciudad era impresionante: estaba tan limpia que me sorprendió; sólo raras veces se alcanzaban a ver los volcanes.

La luz que atraviesa los párpados cerrados lastima mis ojos, trato de abrirlos y no puedo. No sé dónde me encuentro, oigo pasos que caminan a mi lado; imagino que llevan suelas de hule por el leve roce sobre las baldosas. A mi izquierda alguien cuchichea, quiero hablar y no me escucho, el dolor de garganta y el cuello es muy fuerte; los brazos están pesados. Una corriente de calor entra por una vena y me quema el brazo izquierdo; tengo los pies fríos como si estuvieran entre hielo.

Quité el domo del baño y aventé la cuerda que había amarrado a una de las patas del tinaco con agua, un rayo de sol iluminó el inodoro; me acosté sobre el techo caliente y miré al cielo, no había nubes. Una gran calma invadió mi espíritu, estaba fuera de la vorágine de la ciudad; en la azotea no llega el escándalo de la calle. El silencio era tan envolvente que casi grito para saber que estaba ahí.

El rechinido del correr de una cortina me despierta; percibo murmullos de personas que conversan en voz muy baja. Trato de poner atención a lo que dicen:
¿Estará despierto? No se mueve
Yo creo que nos oye, mira: sus ojos se mueven;
No hables tan alto.
¿Por qué lo habrá hecho?
Quién sabe, tú; las reprobadas en la escuela.
No creo; ¿tiene novia?
Sabe…No le conozco ninguna, quien quita y …
¿Se habrán peleado?
Mira, se está moviendo, mejor nos callamos.
¡No!,¡háblenme! ¡sigan hablando!… trato de gritarles
Ya se van, no supe quiénes eran; espero que regresen.
A mi izquierda, algunos lamentos; a mi derecha sólo respiración acompasada de alguien que duerme.
El suero vuelve a hacer efecto, dentro de poco yo también dormiré.
Entré al baño, los rayos a través del plafón iluminaban mi rostro; al mirar hacia arriba, un cuadrado azul contrastaba con el blanco del cuarto. Por una esquina colgaba la cuerda como una culebra marrón; subí sin prisa sobre la tapa del water y esperé un poco.

Despierto. Sigo sin poder abrir los ojos; no hay luz, quiero creer que es de noche, la falta de sonidos me sobrecoge. En la calle, un auto pasa rápido haciendo chass!! al salpicar los charcos sobre el pavimento; no sé si la oscuridad es real o si me he quedado ciego. Nada me indica que alguien esté a mi alrededor. ¿Vendrán otra vez a visitarme? Me concentro en el silencio, alguien solloza en forma casi imperceptible, sé que está a mi lado; siento su calor cuando toma una de mis manos, la aprieta, empieza a hablar.
Nadie te iba a castigar
Si tan sólo supieran… digo sin que me escuchen
¿Quién eres?… la pregunta se queda en el aire

Pasé la cuerda alrededor de mi cuello, el reptil me abrazaba; todo estaba listo…

Entre sueños me llegan palabras: recuperación…, parálisis…, anoxia…
El tiempo pasa y yo sigo sin saber si estoy despierto o soñando. No he muerto, es cierto. ¿Cuánto llevo aquí? ¿En qué instante morí?
Yazco inmóvil, dolorido, incapaz de comunicarme; sólo el calor de los líquidos que entran a mi cuerpo…
¿Quién me descolgó?
Despertar fue espeluznante: no alcancé la tranquilidad buscada. Una luz cegadora me deslumbró, el ruido alrededor estalló en mi cerebro en potente cacofonía. No alcancé a entender el paso a la muerte; la próxima vez deberé cuidar las variables.

Texto agregado el 18-03-2010, y leído por 75 visitantes. (1 voto)


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