TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / XxLuDoxX / Invasión De Ratas V

[C:446651]

...La horrible imaginación que poseía y las terribles ganas de curiosidad invadió mi espíritu. No me puse de pie, no quería hacer ruido, me acomodé como pude y empecé a arrastrarme débilmente, entusiasmado. Llegué entonces al hoyo superfluo donde las ratas se habían zambullido, inmediatamente pegué el ojo a la no muy pequeña gruta, y vi espantado a todo un ejército de ratas; alienadas a la perfección con las colas erectas y una postura descomunal como de defensa, de alerta al menor movimiento posible. Muy al fondo de aquel cubículo iluminado siempre por ese ambiente zafirado, vi a la más grande de todas, la más gorda de todas, se movía débilmente de izquierda a derecha, con la cola zigzagueante, alborotada entre tanto queso disperso, entre tanta basura, y llevaba en la cabeza un pedazo de tela de indescifrable color, sus bigotillos andaban acompasados entre tanto pliegue y a la menor posición de alto, todas las ratas encrespaban sus pelillos y sus bigotillos sufrían un alargamiento voraz. Pero el panorama se me hacía cada vez menor, y nuevamente un mal pasó acabó con mi desventura. La grieta empezó a mostrar señales de rajaduras y de pronto todo se vino abajo. Caí desbaratado, encima de enormes montículos de basura, excremento, bolsas plásticas, comida podrida, papeles, telas. Todo el ejército se volvió hacia mí, yo aún recobraba la conciencia y el movimiento, la rata enorme se encrespó, y totalmente erguida mandó un chirrido telúrico y todas las ratas empezaron a surcarme. ¡Por todos los demonios!, me dije, no aterrorizado, sino envalentonado, soy más grande que estas porquerías de cuatro patas, ¡Inmundas! grité, y al redoblar la vista vi un pasadizo enorme, como un túnel de tren, y después de dar patadas por doquier y de ver tantas ratas ventrudas volando y estrellándose en las paredes arrocadas, empecé a correr, toda la energía guardada, sin temores de fricciones, corrí, corrí sin detenerme, era fabuloso el espectáculo azulejo.
Hacia tanto camino recorrido, pude ver al final una grieta que cada vez se hacía más grande, y la luz que emanaba era sin dudas, rayos de sol. Corrí aún más, sentía las zarpadas de garras de los roedores a mis espaldas y cuando estuve a solo unos metros de la salida, di un enorme salto, y me aventé casi volando. Amortigüé la caída con un revolcón, los rayos del sol incrustaban mis costados, sentía un calorcito aliviado; parpadeando unos minutos, empecé a abrir los ojos. Cuando lo conseguí, vi que las ratas se retorcían boca arriba frotándose con sus patitas sus ojos rojos, aún más rojos por el sol, como incendiados. “Las ratas son perversas, unas inmundas, solo aparecen en las noches porque si salen a la luz del sol, se mueren”, me dijo la abuela en uno de nuestros insomnios. Estaba en el páramo de la noche anterior seguramente, ningún alma andante, pero lo sorprendente era no ver las rejas de la quinta. Empecé a caminar, el sol estaba haciendo estragos, las ratas se estaban recuperando, era como si absorbieran toda la energía solar. Nuevamente la lucha, empecé a dar puntapiés por todo lado, haciendo volar a las ratas, reventándoles la panza; corría, las pateaba, y seguía corriendo.
Llegué al fin a un terreno baldío donde su inclinación se me hacía familiar. Estaba en la entrada del pueblo, los arenales acumulados de basura que nunca había visto, estaba todo tan diferente, sentí a las ratas y empecé a correr nuevamente. Escuché unos chillidos finísimos a las espaldas, y de todo el montículo de basura salían cantidades interminables de ratas, aún más plomas y peludas que el resto, más gordas incluso pero con una agilidad inimaginable. Corrí aún más rápido, llegué a las primeras casas, todas estaban cerradas por fuera, trancadas con enormes tablones de madera, las ventanas cerradas, algunas cubiertas de yeso, de cemento hasta la exageración. Corría, corría. Llegué a la plaza, perplejo, pasmado, lívido total, vi a toda la gente del pueblo aglomerada a las puertas del gobernador, de la parroquia, del monumento central, abrazados, armados hasta los dientes con escobas, sartenes, ondas, proyectiles caseros improvisados. Encontré a la abuela entre el conglomerado de la parroquia. “¡Invasión de ratas!”, empecé a gritar. Me volví hacia atrás y todos empezaban a dar lucha con las ratas. La abuela estaba a terrada. “Se están vengando de mí”. Estaba loca, sin ninguna duda. Era un espectáculo indescriptible, la gente corría, daba de escobazos, de sartenazos, por todo lado se veía ratas reventadas, con las tripas al aire. Pero sin imaginarlo, por todos los francos aparecieron enormes cantidades de refuerzos de los roedores. Todo está perdido, se escuchaba. Lo recuerdo a la perfección, aunque no todo estaba “perdido” como decían, sino no estaría vivo, ni siquiera para poder contarlo. Hasta que al fin salió el gobernador al balcón de su alcázar paupérrimo: “No se escandalicen”, empezó. “Tranquilos. Ya está a punto de llegar un flautista.”.

Fin.

Texto agregado el 17-03-2010, y leído por 243 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
04-10-2010 Tiempo atrás leí este cuento ,pero todavía no colocabas el capítulo final.Lo releí entero ,me entreuvo bastante, pero creo que las repeticiones distraen y hacen lento el relato. Te felicito. pantera1
24-08-2010 Si, opino igual un final que nadie esperaba, te felicito.***** luciernagasonambula
06-04-2010 Muy bueno, un final inesperado. ********* avefenixazul
04-04-2010 ES-PEC-TA-CU-LAR malaya
26-03-2010 Amigo mio!! esto esta genial... Que historia... llena de accion y suspenso. Me encanto este final...tan violento y a la vez tan armonizador. Cinco Estrellas Felicidades Esperamos leer mucho mas de ti... itwasme73
Ver todos los comentarios...
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]