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El viento borracho de sol
irrumpió en mi isla este mediodía
enredó mi pelo con sus largas manos,
delineó mi rostro con sus finos dedos,
levantó mi blusa,
y con un soplo de su boca
me sentó en la arena.
Después agachándose
desató mis sandalias...
Le reclamé su atropello
y ni siquiera tuvo la gentileza
de darme una excusa.
Me dio la espalda
y con su alta desnudez a cuestas
se internó por la mar.
No satisfecho de su rudeza
regresó por la tarde,
pero ahora venía ebrio
de lejanías y soledades.
Retornaba con un fuerte aliento
a resaca y con olor a algas.
Venía llamándome
con la voz alucinada
de los marineros extraviados,
pero venía también
con las manos llenas
de miel y frutas...
Me invitó a tenderme en la arena,
pero no pude amarlo,
ni restañar su cansancio,
ni llenar su vacío,
ni abrazar su desamparo...
Oh Ulises,
porque llevo tu imagen
detenida
en mis pupilas.
Connie Palacios |
Texto agregado el 17-03-2010, y leído por 74
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