Hoy me llueven los ojos y se me ablandan los hombros; se me aprieta la garganta y pierdo el valor de hacer las cosas porque me interrumpe tu imagen y tu recuerdo, tu risa y tu reto. Tu beso y tu reproche, tu aroma y tu sonrisa.

Aunque el alma se me conmueva y el corazón se me agite, aunque mire tu retrato y me hagas llorar de rabia porque no me contestas… te sigo amando.

Nada me hará más valiente que tú, nada me hará más noble que tú y nada me hará más cerca de Dios que haberte visto transfigurada en la preciosa presencia del Señor.

Hoy con el paso del tiempo y de los años, aun te recuerdo, el dolor no se ha quitado, es perpetuo, he aprendido a vivir con él. Seguro debe ser para no olvidarme de que pasaste por mi vida y me dejaste tu huella de amor tatuada en mi alma, en mi espíritu y mi corazón…

Hoy quiero como ayer saber de tu risa, de tu abrazo, quiero que me llames para irme contigo, el bebe ya está grande y puede valerse por sí mismo.

Quiero gritarte con toda el alma y lograr que me escuches y que no quede duda en el cielo de cómo te amo, te recuerdo y hasta hoy te honro, querida mujer del tesoro divino, querido ser del Dios divino, querido ser llamado… Mamá.