Nació en una pequeña aldea escondida entre la cierra, era el cuarto de doce hijos. Desde niño ayudo a su padre a transportar vigas que veinte mulas se encargaban de llevar a otras regiones. Mas tarde un tío suyo, proveniente de la ciudad y escapando de un clima adverso para su precaria salud, le enseñaría sus primeras letras y le abriría las puertas a un mundo nuevo. Comenzó por leer cuentos breves y al poco tiempo estaba leyendo grandes clásicos.
Un día sintió una fuerza misteriosa que le exigía salir de sus entrañas. Sentía mariposas revolotearle en el estomago, se contuvo varios días. Pero entonces fue peor; no podía conciliar el sueño, miles de imágenes difusas cruzaban por su cabeza. El hambre le fue ajena y adelgazó exageradamente.
No pudo resistir.
Tomo pluma, papel y se realizo el prodigio. Escribió durante días, plasmo aquellas imágenes que le atormentaban durante esas pesadas noches de insomnio. Llenas de miles de experiencias vividas, que plasmaban los momentos tristes y alegres de su vida. Marcados todos ellos por un profundo amor a su aldea y un grito de protesta y denuncia por la reinante pobreza.
Años después era un escritor muy conocido. Tenía por seudónimo “Clamor”.
Un día apareció un editor famoso en flamante limousine color negro. Los niños le vieron aparecer sombría detrás de una loma, donde se perdía el agreste camino de tierra que conducía a la ciudad. Corrieron a dar cuenta del raro acontecimiento. Poco después se detenía ante la casa de Clamor; una casa pequeñita, en obra negra y de una planta. Clamor salió a ver al visitante.
Este le dijo entonces -Quiero que escribas la novela mas hermosa que nunca se habrá escrito ni se escribirá. Podrás asegurarte una vida tranquila con el dinero que pienso pagarte. Tengo la imprenta lista. Dos condiciones nada más; deberás entregarla en dos semanas y tendrás que encerrarte a oscuras en un cuarto donde solo habrá una cama, una silla, una mesa y una vela. Si abres la puerta o ventana el trato quedara desecho y morirás en la pobreza.
Clamor guardo silencio. Nunca había cobrado por un libro suyo. Siempre se mantuvo siendo carpintero, oficio que aprendió poco después de publicar su primer ensayo. Pero ya comenzaba a poblarse su cabeza de cabellos color plata y le preocupaba que dejar a sus hijos.
De acuerdo – dijo. Y bajo la mirada para ocultar su vergüenza.
Uno…
Dos…
…
¡ seis días !
En la habitación obscura una vela sobre la mesa se consume lentamente, el papel esta en blanco, la pluma sobre el tintero y “clamor” sentado. Únicamente puede mecerse los cabellos; no sabe por donde comenzar, las mariposas no revolotean en su estomago, no tiene ganas de escribir. Probo a dormirse pero no cruzaron por su cabeza esas figuras juguetonas que otrora le inspiraran.
Brinca morenita… brinca y brinca sin parar…
Brinca morenita… sin parar
Anoche el viento soplo fuerte y azoto ventanas y puertas. Logro abrir una pequeña rendija en la obscura ventana y se cuela un hilito de voz infantil, una niña juega por fuera de la casa.
¡ es Hortensia! La hija de Leonor. Seguro juega con sus dos hermanitas, ya me la imagino brinca que brinca con sus piecitos siempre descalzos. Siempre cantando. Irradiando alegría a todos con esas coletas llenas de coloridas flores silvestres.
Pego su oído al diminuto hueco abierto, llego la voz de las hermanitas mas claramente:
¡ una chuparrosa! Agarrala, agarrala…
Un sinfín de voces, ruidos y murmullos entraron entonces. Recordó el color de su aldea, las vivencias desde niño.
Y ya no pudo mas. Deshizo el trato.
Abrió de par en par la ventana, y se quedo así un rato, como colgado de ella, con la cabeza mirando al piso. Se enderezo aspirando el fresco aire del campo y observo atentamente el paisaje. Las niñas se habían ido. Solo un pequeño ramo de flores se veía recargado sobre la cerca. A lo lejos se veían otros niños de carita mugrienta y ropitas viejas, jugando con una pelota de trapo. A lo lejos las mujeres en el rio lavando y mas allá uno hombres en su labor detrás de unos bueyes.
Una pequeña hada bajo entonces resbalando sobre un dorado rayo de sol. Un hada diminuta de brillantes alas y carita de porcelana. Tocole cariñosa la frente. Clamor sintió nuevos e irrefrenables deseos de escribir y plasmar historias, letras bellas que cobraran vida como solo el podía hacerlo. Letras que danzaran ante sus lectores llenándoles de alegría el espíritu.
Clamor murió pobre. Murió contento.
Escribió la mas grande obra jamás escrita.
Llena de bellas historias y sabios consejos.
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